Discurso pronunciado en la inauguración del Foro por la libertad y la paz en Estambul Turquía el 29 de marzo de 2007
I
En agosto de 1963, Martín Luther King pronunció un discurso memorable en Washington D.C. Aquel relámpago verbal nos legó un fulgor humanista en forma de €œsueño€. Su sueño era mayor libertad e igualdad para su nación, para el mundo, para el hombre. Su palabra cimbró las bases del país más poderoso del planeta y encendió una llama moral en su sociedad y su cultura, llama que pronto devendría fuego abrasador en la historia del siglo XX.
Después del discurso de Luther King nadie podía sentirse tranquilo, la sociedad no le podía seguir volteando el rostro al hombre fuese cual fuese su color de piel, su raza, credo, estatus social o político. Urgía modificar el estado de las cosas y tal modificación venía acompañada con la necesidad de ver al hombre a los ojos, sin ascos, sin resentimientos, sin prejuicios. Ver al hombre tal como es, como imagen y semejanza de uno mismo: humano y libre.
Medio siglo más tarde, evoco la noble memoria de Luther King para advertir con admiración que aquel destello de luz humanista y liberal se materializó en gran medida, y muchos hombres y mujeres han sido sus benefactores. Me atrevo a señalar que la urgencia y la inspiración de muchos de nosotros por hacer de los Derechos Humanos una realidad tangible en el incipiente siglo XXI parte de aquel sueño libertario y del de muchos otros soñadores y constructores del humanismo y de la libertad en nuestra civilización: Siddhartha Gautama Buda, Zoroastro, Lao Tse, Confucio, Sócrates, Cristo, Mahoma, Newton, Da Vinci, Descartes, Locke, Rosseau, Voltaire, Montesquieu, Jefferson, Adams, Lincón, Miranda, Bolívar, Mahatma Ghandi, Octavio Paz, Ronald Hubbard.
Los sueños de estos hombres han significado un eslabón ascendente en la empinada lucha contra la opresión y la tiranía, y, como ciudadanos del mundo, no podríamos sino agradecerles su entrega y su indoblegable espíritu libertario.
Gracias a ellos, el mundo cambia día a día para bien, y gracias a ellos, sus méritos, sus oficios, pero sobre todo sus ideas, el mundo tiene hoy no sólo un sueño, sino un haz de esperanza universal.