La sucesión acaramelada, el fuego y la sangre
Vestigios de su lumbre
Al fuego, fuego. Si la secuela es que quedemos todos calcinados en el infierno venezolano, comencemos. ¿No dicen que el fuego purifica?
Sé que mucha gente lee con rubor mis artículos, voltean escandalizados hacia los lados para cuidar que nadie los descubra cómplices de mis ultrajes, resguardan su nariz con un pañuelo, cubren sus ojos con sus manos, pero al final flaquean, una pícara curiosidad los arrastra, abren con duda culpable una rendija entre sus dedos medio e índice y comienzan -impacientes- la lectura de mi arrebato.
¿O no?
Este suelto no será la diferencia, lo garantizo. Anden, escóndanse, es hora de leer esta quemadura. Es lo más calcinante que habrán leído en la era del ardor madurista.
Incendiaron mi casa, mis letras son vestigios de su lumbre.
Preparo, apunto, escribo con fuegoé