€œ¡Coño, habrá alguien que le diga a Nicolás
que deje de estar mostrando a Cilia!€
Mario Silva
El vómito
Pocas veces, al escribir, había experimentado la desagradable sensación física del vómito. No soy muy sensible a las intoxicaciones ni a las pestilencias, fui criado pisoteando bosta de ganado y salpicado por sudores animales sin que ninguna náusea me afectase.
Por eso, cuando inicié mi averiguación para escribir este intrincado texto, me sorprendí mucho por el sentimiento de asco que me causaba escribirlo. Y el asco por lo humano, o mejor, por lo inhumano, es una de las emociones más mordaces que puede sentir nuestro espíritu. Nos marea y merma.
Creo que mi repugnancia por lo que está ocurriendo en Venezuela es parte de una repugnancia mayor, de una repugnancia unánime y colectiva.
El vómito es, a veces, el mejor alivio.
La extraña muerte de José Sabre Palacios Marroquín
Muerte; otra muerte que sumada a la de ciento de miles de muertes que ha traído el chavismo y su desprecio absoluto por la vida humana, a lo mejor ya no significa nada para la sociedad.
Pero la extraña muerte por asesinato de José Sabre Palacios, gerente general de Administración de la Procuraduría General de la República, la noche del viernes 5 de abril no se trata de cualquier muerte.
José Sabre no era un funcionario más de la inmensa burocracia chavista, José era supuestamente el hombre de confianza administrativa de la ex Procuradora General, Cilia Flores (alias €œPrimera Combatiente€) y de su asistente, Carolina Cestari, a quien Mario Silva -en su celebérrimo audio- acusó de ser una €œtipa malvada€.
Por más que el ex conductor de La Hojilla sea en la actualidad un facineroso apocado, humillado y cesante; y por más que no demos ningún crédito a sus opiniones siempre criminales, delirantes y falsificadoras; la relación casual (escribí €œcasual€, no causal, aclaro) de los hechos entre la muerte de José y el olvido de sus empleadoras no deja de escandalizarnos, alertarnos y repugnarnos, hasta la asco.
¿Tipa malvada?
No conozco a Carolina Cestari y, como dije antes, no doy ningún crédito al defenestrado Silva, pero estimo que en aras de la salud pública y para impedir las dudas que están surgiendo en torno a la muerte de José Sabre, Cestari y su jefa, Cilia Flores, alias €œPrimera Combatiente€, deberían ofrecer apoyo a las investigaciones que €œno€ adelanta la Fiscalía.
Sabemos que la justicia está en entredicho en Venezuela, que ha sido usada como un mecanismo de persecución política, tortura y hasta muerte, pero la relevancia de este asesinato debe ser atendido con la urgencia y claridad que amerita.
Podríamos estar ante el primer golpe que se dan entre sí las mafias del régimen. Podríamos estar ante el inicio de una batalla campal -¿guerra sucesoral?- entre los carteles chavistas y maduristas por adueñarse del poder ilegítimo.
Pregunto con ingenuidad y benevolencia, créanme, atrapado por un espíritu inocente que se duele por la muerte de un venezolano: ¿tendrán, alias la €œPrimera Combatiente€ (apelativo usado por Maduro) o su escudera, alias €œTipa Malvada€ (apelativo usado por Silva), alguna noción de qué pudo haber ocurrido?
¿Habrá discutido severamente, José Sabre, con alguien días antes del crimen, digamos, en la Procuraduría o en cualquier otro sitio? ¿Se tendrá alguna información sobre altercados o amenazas al asesinado?
¿Existirá alguna sospecha que permita establecer alguna línea concreta a la investigación?
Los combates y los hijos
Mucho me temo que alias la €œPrimera Combatiente€, tan dedicada como debe de estar a sus combates -reales e imaginarios- y tan abnegada a la formación de sus hijos, no tendrá tiempo para apoyar una investigación tan cotidiana como ésta.
Sobre todo porque desde que apareció la revolución -con su masacre colectiva de miles de venezolanos la madrugada del 4 de febrero de 1992- y con la aparición del asesino en serie de aquella noche tristísima, Hugo Chávez, se ha enlutado a Venezuela con más de ciento veinte mil venezolanos muertos por acciones de arma de fuego (muchos más que en las guerras de Afganistán e Irak juntas).
¿Qué es otra muerte en tiempos de revolución? Nada.
Entiendo que las conocidas dificultades que han tenido los revolucionarios Gucci (empezando por el Comandante Galáctico y su prole híper nueva rica) con la educación y buena conducta de sus hijos, tan ganados a los lujos, viajes, drogas, armas, rumbas y extravagancias del capitalismo más nauseabundo, les impide atender con eficacia los asuntos públicos y les niega la posibilidad de usar su tiempo en dilucidar tanto abatimiento humano. Pero algo tienen que hacer si algún despojo de humanidad aún les queda.
Por más abnegación y distracción que les causen el cuidado de sus hijos y sus combates imaginarios, esclarezcan, antes del vómito, ¿por qué tanta muerte impune?
Venezuela lo pide a gritos.
Las barraganas y el hambre
Abundante memoria tiene Venezuela en cuanto al hambre de las barraganas por cogerse el poder (en el sentido de €œadueñarse€, no se malinterprete mi expresión).
Aunque el hambre de Blanca Ibáñez, barragana de Lusinchi, en relación con la voracidad de las barraganas revolucionarias hoy sería comparable al de una bebe de pecho, nadie olvida su apetito.
A decir verdad Cilia Flores, alias €œPrimera Combatiente€, recientemente dejó de ser otra barragana de nuestra memoria histórica: el apocado Nicolás Maduro la desposó, según dijo en otra de sus apocalípticas idioteces, para honrarla, es decir, para hacerla €œdama€.
Dama o no, combatiente o no, Flores ya no es una barragana, pero se le nota el hambre de poder. Cuando uno la observa emperifollada de joyas, la pregunta estalla ante la evidencia: ¿cómo habrá administrado una ex diputada, ex procuradora, ex barragana sus recursos para hacerse de tanto lujo capitalista?
No tengo idea. No soy administrador ni jamás lo he sido.
Probablemente podría haber aprendido algo del difunto José Sabre, administrador de la Procuraduría General de la República; pero es tarde, la Venezuela del vómito criminal se lo ha llevado.