<span class="vcard">Gustavo Tovar Arroyo</span>
Gustavo Tovar Arroyo

El patético hijo de Nicolás

Severidad y fiereza

Cuando emprendo mis entregas semanales pienso en Miranda y en Bolívar, especialmente en este último.

¿Cómo habría arrostrado el Libertador un tiempo tan absurdo y delirante como el nuestro? Pienso que lo habría hecho con severidad. Mucha severidad y fiereza.

Escribir mis destemplanzas cada semana se ha convertido para mí en un acto severo y fiero, un sacramento de arrechera en el que solemnizo a Bolívar y a Miranda y esparzo la irritación del venezolano en contra de esta manada de locos que hoy atrozmente nos rigen. Sin sutilezas. ¿Para qué?

La crítica es el arma que nos queda a los que no hacemos vida política, a los que abominamos estos escandalosos niveles de desvarío en Venezuela.

Todo el país está asqueado. Diga lo que diga Luis Vicente León u Oscar Schemmel y sus sospechosos (por maquillados) disparates, estamos asqueados. Todos.

La sucesión acaramelada, el fuego y la sangre

Vestigios de su lumbre

Al fuego, fuego. Si la secuela es que quedemos todos calcinados en el infierno venezolano, comencemos. ¿No dicen que el fuego purifica?

Sé que mucha gente lee con rubor mis artículos, voltean escandalizados hacia los lados para cuidar que nadie los descubra cómplices de mis ultrajes, resguardan su nariz con un pañuelo, cubren sus ojos con sus manos, pero al final flaquean, una pícara curiosidad los arrastra, abren con duda culpable una rendija entre sus dedos medio e índice y comienzan -impacientes- la lectura de mi arrebato.

¿O no?

Este suelto no será la diferencia, lo garantizo. Anden, escóndanse, es hora de leer esta quemadura. Es lo más calcinante que habrán leído en la era del ardor madurista.

Incendiaron mi casa, mis letras son vestigios de su lumbre.

Preparo, apunto, escribo con fuegoé

Teodoro Petkoff, la Dama Antañona

€œSu ser lleva en sí
inocencia, virtud y candor€

Leoncio Martínez

Nacer desde otra llama

(Recomiendo encarecidamente leer este artículo después de escuchar a Ilan Chester interpretar €œDama Antañona€ y de repasar el ensayo sobre €œLos timoratos€ de Juan Uslar Pietri que se encuentra en su €œHistoria de la rebelión popular de 1814€. Se sorprenderán.)

Acaso la peor muerte sea la del calcinado, dolor a fuego lento cuya flama abrasa nuestra piel con perniciosa mansedumbre, nos hace florecer sudados, rojizos, chamuscados, y nos devora lentamente en una agonía consciente -pero intensa, ardida y tormentosa- hasta el silencio y la negrura.

Hasta el silencio y la negrura últimosé, que en nuestro caso no han sido ni serán.

Vi las llamas masticar mi hogar, las vi convertir a mi fiel acompañante Llanero en una fogata escurridiza, escuché crujir las paredes, me aturdí entre aullidos, lamentos y gritos de auxilio, vi a mis hijos correr y lanzar por doquier el agua domadora de su transparencia hasta sofocar el incendio, y comprendí que la vida nos da oportunidades únicas para persistir en nuestras ideas y sueños.

Seguimos, hemos renacido de otra llama, la llama de la libertad y esa permanece intacta, no se apaga. Mientras nuestro aliento sea capaz de empañar una lámina de vidrio tendremos fuerzas suficientes para luchar por ella.

No hay quema ni lamento que sofoque nuestra urgencia.

Aquí estamos: inmunes.

El chavismo bajo sospecha

El perro incendiado

Han sido días muy amargos. Una explosión causada por la manipulación errada de los €œespecialistas€ en suministro de gas incendió mi casa.

Donde otrora hubo verdor, color y luz ahora predomina la ceniza, la mancha y la oscuridad. Los estragos, la pestilencia y la calcinación circundan, como si por mi casa se hubiese asomado el chavismo.

Mis hijos y yo estamos aturdidos, pero vivos. No sabíamos apagar el fuego. El agua aviva las llamaradas, las ensancha. Fue francamente pavoroso. Un estrépito. Un vértigo de aullidos y llanto.

Llanero, nuestro gigantesco mastín español, nos deslumbró, se convirtió en una hoguera movediza. Sudada flamas, ardía. Aterrador, tristísimo. Mientras yo inventaba fórmulas para impedir que el incendió hiciera estallar la cocina, mi hijo Leonardo, poniendo en riesgo su propia integridad física, se abalanzó sobre él y logró sofocar esa fogata viviente, esa lumbre y sus roncos alaridos. El agua funcionó en este caso, pero más funcionó el amor y la valentía. Recuerdo aún con lágrimas ese momento de heroicidad efímera.

El país decapitadoé

La banalidad del mal

Somos una nación decapitada y lo peor, los verdugos están sueltos, rigiendo campantes las cárceles y el destino del país.

 

No puedo borrarme de la mente la imagen de los dos presos decapitados en la Comandancia de la Policía del estado Monagas. Sobre todo cuando sé que son muchos quienes sufren a diario el mismo destino infame.

 

Lo impactante no es sólo la naturaleza del ensordecedor crimen, lo perverso, lo desconcertante, es que quienes decapitaron a los presos en Monagas están vivos y coleando, protegidos por la Guardia Nacional y que posiblemente saldrán libres mañana dado que la siniestra y absolutamente corrompida Iris Varela los liberará, sólo basta que ellos juren fidelidad al comandante supremo, que digan que son chavistas, y el sentido €œhumanitario€ de Varela los indultará.

 

El holocausto carcelario venezolano tiene una responsable incuestionable, es ella. Funcionaria mediocre, como su espíritu, encarnación fidedigna y rancia del chavismo inepto y criminal, Iris Varela nos recuerda los señalamientos de Hanna Arendt sobre el funcionario nazi Adolf Eichmann y su banalidad del mal: ella ni se da cuenta de lo que hace, sigue órdenes.

 

Mario Vargas Llosa llama a Eichmann €œel hombre sin cualidades€. Yo voceo lo mismo sobre Varela pero cambio el género: ella es una mujer sin cualidad.

 

He ahí el pétalo de mi rosa verbal rozando su raquitismo moral, sólo rozándola.

 

La dictadura de los nalgas rojas

«El comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza,

el socialismo mediante el voto.

Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio.»

Ayn Rand

Estamos heridos, no vencidos

Como muchos otros venezolanos, he aprendido desde la herida y el desangramiento.

 

Hugo Chávez, su despelotada €œrevolución€ y su corrupto €œsocialismo del siglo XXI€ nos han caído a machetazos como nación.

 

Estamos heridos, muy heridos, pero no muertos. Cierto, muchos han perecido, muchos están lisiados, muchos permanecen en las mazmorras del régimen, muchos nos hemos replegado, pero en general no hemos sucumbido, seguimos luchando y tendremos fuerza espiritual para hacerlo, como he dicho, mientras nuestro aliento sea capaz de empañar un vidrio.

 

La moral, la conciencia crítica y la valentía del venezolano permanecen vivas. No hay fuerza humana ni natural que nos haga sucumbir. No nos rendimos.

El enemigo a vencer, como sociedad, es la depravación instalada por Hugo Chávez y fomentada hasta la nausea por su amado heredero Nicolás Maduro.

Estamos heridos, muy heridos, pero no vencidos. Nuestra rabia organizada y noviolenta los acorrala. Nuestra crítica los zarandea.

Su desnalgue, rojo rojito, sucumbe.

El amante de Hugo Chávez

El €œPrimer Damo€ de Venezuela

En Venezuela podríamos pasar todo el día gritando, mentando madres, insultando a diestra y siniestra, lanzando platos y despedazando vidrios. Como dijo Cioran: estamos en la cima de la desesperación.

 

Si con Chávez vivimos entre sobresaltos y amargura, con Maduro Venezuela se ha convertido en un país despavoridamente absurdo, un cinematográfico caos.

El €œPrimer Damo€ o €œDoño€ (lo digo por su relación con la €œPrimera Combatiente€ y siguiendo el vocabulario del absurdo que se ha impuesto) ha resultado ser infinitamente más torpe de lo que jamás sospechamos. Un bullicioso bobalicón, el hazmerreír del siglo XXI.

Lo escribo con pena y, sin duda, mucha lástima por él y por el país. El desconcertado €œDamo€ está perdido, se hunde, y los venezolanos nos hundimos con él.

Nadie entiende el porqué Chávez le legó la responsabilidad de sucederlo en el poder y peor aún, el encargo de salvaguardar a la revolución; no hay lógica que lo explique.

Maduro: €œCristo multiplicó los penes€

La santidad inmerecida

No soy un santo ni aspiro a la santidad; no la merezco. No le hinco la rodilla a la fe cínica del socialismo, ni soy feligrés de la ruindad chavista. Soy su apóstata.

Escribo desde la libertad. Trato de reflejar la intensidad de mi tiempo: desgarrador e insolente. Deseo ser parte de él: increpándolo, aborreciéndolo, condenándolo, a veces, exaltándolo claro. Pero ser parte de él, eso es lo fundamental.

 

Revelo que tampoco espero que el tiempo €œperfecto€ de Dios se haga sobre nuestro despelote, pues prefiero no involucrar al Todopoderoso en cosas tan banales y sosas como la política venezolana.

 

Pero la estolidez de Nicolás Maduro obliga, siempre obliga.

Hugo Chávez y su €œRevolución Cartier€

Confesión de risa

Con mis últimos artículos he herido algunas sensibilidades chavistas. Están consternados. No esperaban una radiografía tan incontrovertible de su inmoralidad.

Me río y lo celebro, debo confesarlo. Son tantos los daños y tan seguidos que su engaño socialista le ha causado a nuestro país, que desafiarlos, para ridiculizarlos, me consuela y colma de gusto: me reivindica.

No lo oculto, me deleita ponerles la pluma en la llaga, enterrarla hondo, hondísimo, y observar con calculado regocijo como no les queda otro remedio que silenciar su dolor, su humillación y su ira. No pueden responder, el sólo debatir los incrimina.

Esta entrega aspira calificar la despelotada y cínica locura que intentan llamar €œrevolución€; y claro, hundir un poco más mi pluma en su llaga.

 

Pedro Carreño: perfil de la idiotez

La comedia trágica venezolana

La literatura es sabia, muy sabia y el teatro de Moliere lo fue substancialmente. No sabemos cómo logró chupar la médula de ciertas psicologías humanas y reflejarlas en su dramaturgia, pero lo hizo con magisterio intemporal y universal.
Si Moliere hubiese vivido en la tragedia venezolana del usurpador Nicolás Maduro habría escrito las piezas más sublimes de la comedia latinoamericana. Esa caricatura vulgar y bochornosa que es el socialismo del siglo XXI, en la que el delincuente más despreciable y feroz llega al poder político, se refina, amanera y sacude a la opinión pública con sus torpezas, burradas y cinismo, no habría pasado desapercibida por el francés.
Esta semana otro capítulo crucial de nuestra tragedia cómica ha sido ofrecido por la idiotez del madurismo. Su protagonista, un estafador estrafalario y bruto llamado: Pedro Carreño, alias €œCarroña€ (siguiendo la nomenclatura de las FARC, que a todo le ponen un apodo).
A él ofrecemos esta caracterización teatral, que seguro no entenderá.