<span class="vcard">Gustavo Tovar Arroyo</span>
Gustavo Tovar Arroyo

Lilian o el amor que no se rinde

€œMe hirieron, me golpearon
y hasta me dieron la muerte,
¡pero jamás me doblaron!€

Rafael Alberti

Quizá uno de los hechos más oprobiosos y miserables de nuestra historia política contemporánea lo representa el injusto y absurdo encarcelamiento de Leopoldo López.

Hemos presenciado en tiempo real las más delirantes acusaciones y las más perversas prácticas que la justicia puede ofrecer a una persona. El racimo de violaciones de derechos humanos que ha sufrido Leopoldo ensanchan las páginas más penosas de la historia universal de la infamia.

Habiendo sido encarcelado lunática e injustamente por razones €œsubliminales€ (es lo que argumentó la fiscalía para acusarlo), sin haber sido juzgado ni sentenciado, se le ha dado un trato que ni en las oprobiosas cárceles de Guantánamo conocían.

Es absolutamente descabellado el proceso, ni Kafka lo habría imaginado.

Lo que hemos presenciado y que ha llamado unívocamente la atención pública internacional es a todas luces tan grotesco e inusual que no sólo causa indignación y rechazo, produce en muchos un sentimiento de desesperanza y desánimo difícil de sobrellevar.

Algunos han perdido la fuerza y la fe por tan miserable hecho, incluso hay quienes han bajado la guardia y hasta se han rendido por la frustración.

Algunos, pero no todos, no ella: Lilian. Ella lucha sin cansancio, su amor no se rinde.

Vladimir Padrino ¿el maldito?

Dios nos preserve de que -el ejército- vuelva sus armas contra los ciudadanos. 

Simón Bolívar

 

 

Venezolanos contra venezolanos

Ya lo hemos señalado en anteriores artículos: desde los orígenes de la civilización hasta nuestros días, el peor enemigo del Hombre ha sido el hombre. Ninguna catástrofe natural ha causado tanto y tan sostenido dolor como el que nos hemos causado los seres humanos entre nosotros mismos. 

Los venezolanos no hemos estado exentos de esa tragedia. No ha habido catástrofe, terremoto, inundación o peste que haya causado tanta mortandad entre venezolanos como las que nos hemos causado entre nosotros.

El peor enemigo del venezolano, paradójicamente, ha sido el venezolano. Sobre todo aquel que desde el poder ha intentando masificar su delirio autocrático a través del criminal uso de las armas, la represión y la persecución social y política.

El sátrapa Hugo Chávez es un perfecto ejemplo de lo que digo, intentó llegar al poder en 1992 disparándole una bala en la cabeza a sus €œhermanos del alma€ militares en sendos golpes de estado, asesinando a centenares, y una vez que llegó a él -al poder- no sólo asesinó a decenas de venezolanos de la misma manera, también disparó una bala infame en la frente de la fraternidad venezolana, hiriéndola de muerte.

Tristemente hoy sus compinches intentan legalizar su fratricidio.

¡Oh Dios!

El apocalipsis de San Juan

He de confesar que el disparate venezolano me ha hecho despreciar el rol de los profetas en la historia del hombre. Todos podemos ser profetas de nuestra tierra y de la que no es nuestra también. No hay ninguna ciencia, es fácil.

Considero, además, que los profetas son unos pícaros, hasta San Juan y su apocalipsis lo fue. Se sientan al borde de un despeñadero frente a un valle (por ejemplo, el de Caracas), se montan una batola blanca, encienden algunos inciensos alrededor, se tatúan un tercer ojo en el centro de la frente, fruncen el ceño, abstraen la mirada hacia el firmamento y, cerrando los ojitos para figurar un trance sideral y místico, predicen.

No es difícil preveer qué va a pasar en una sociedad si se observa con detenimiento los signos de su tiempo (como en Venezuela): inmoralidad, corrupción, cinismo, desabastecimiento, suciedad, hambre, crimen, colas, riñas, nuevo riquismo, desprecio y demencia (mucho madurismo exacerbado) para solemnizar sin sudor alguno: «Hermanos, no sólo se acerca el apocalipsis…, los venezolanos somos el apocalipsis».

¿Podremos escribir un apocalipsis venezolano o necesitamos a San Juan?

Es fácil predecir.

La €œoposición€ y sus caperucitos rojos

€œAquél a quien los dioses quieren destruir,
primero lo vuelven loco€

Eurípides

Apocalipsis

Si una palabra define el derrumbamiento sociopolítico venezolano es €œapocalipsis€. No se puede describir ni mostrar con minuciosidad, hay que vivirlo. Lo estamos viviendo.

La inenarrable realidad nos abofetea: crimen, corrupción, hambruna, riñas, epidemias, asesinatos, dictadura, represión, torturas, sangre, mucha sangre, llanto, rabia, dolor, impotencia, injusticia y una larga lista de atrocidades masificadas que expanden un tufo de estertor y espanto entre nosotros.

Si antaño las cárceles venezolanas cristalizaban la más patente prueba de nuestro fracaso social, hoy por obra y estupidez del último amor de Chávez: su Maduro, Venezuela se ha convertido en una gigantesca cárcel. Estamos presos, barrotes de cianuro chavista nos estrangulan y asfixian.

Millones de voces venezolanas estallan -chillan- su desconsuelo. Venezuela se cimbra, tiembla. No hay quien no padezca, no hay quien no se queje, no hay quien no sienta vértigo, ni siquiera los perversos científicos de esta destrucción se salvan.

Somos un bullicioso lamento universalé, y sus cómplices.

¿Intelectuales o cheerleaders?

 

€œDales la vuelta
cógelas del rabo (chillen putas)
azótalas
ínflalas, globos, pínchalas
cápalas
desplúmalas
destrípalas, toro,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.€

Octavio Paz
(retazos del poema €œLas palabras€)

La palabra vivida 

No soy un intelectual ni aspiro serlo, no me interesa. Soy en todo caso un apasionado de la libertad en Venezuela; prefiero sentir, vibrar, padecer y sudar a mi nación, que pensarla.

Mi recurso -íntimo- es la palabra.

Pero una palabra que siente, que vibra, que padece y que suda a Venezuela: una palabra crítica (como la crisis del país); no una palabra que piensa o analiza una nación desde una torre de marfil o pastando en €œla colina€ de humo de la arrogancia.

Una palabra vivida, con compañeros muertos en la lucha por la libertad, con hermanos presos por sus pensamientos políticos o ideas, con torturados, con gente desabastecida, sin alimentos, sin medicinas, atosigada por el crimen, por la inseguridad y por la injusticia.

Una palabra que figure el pandemonio que somos y lo pronuncie sin prejuicios, con groserías o sin ellas. Una palabra que no canonice ni se enajene, que no se coloque un pañuelo en la nariz ni se amanere para mentarle la madre al horror madurista.

¿O no es Maduro un insulto total, una permanente y muy arraigada mentada de madre?

¿€Feliz€ año 2015?

 €œHoy mi deber era cantarle a la patria
alzar la bandera, sumarme a la plaza.
Y creo que acaso al fin lo he logrado
Soñando tu abrazo, volando a tu lado€.

Silvio Rodríguez

 

Ni cansados ni perdidos

Mi 2014 fue el mismo que el tuyo, por eso lo narro en una primera persona que eres tú, que soy yo, que somos todos: que es Venezuela.

Fue un año severo, rudísimo, desgarrador y atiborrado de heridas, lo único pertinente para mí es decir que terminamos de pie: ni cansados ni perdidos. Armados, eso sí, de una furia ética -y nacional- cada día creciente, ardiendo nuestro corazón de orgullo patrio (¿desde hace cuánto tiempo no sentíamos la bella palabra €œVenezuela€ latir en nosotros en cada aliento?), con la mirada afilada y fija puesta en un futuro de libertad cada día más visible: ahí está -la libertad- la vemos, está cerca, nos convoca, quiere abrazarnos, hay que seguir bregando, hay que seguir luchando, no te canses, depende de ti, depende de mí, depende de nosotros.

Sigue, estamos cerca.

Sanciones sí, invasiones noé

 

€œNo sería capaz de leer -Las venas abiertas de América Latina- de nuevo.
Caería desmayado. Para mí esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima.
Sería ingresado al hospital.€

Eduardo Galeano (su autor)

Preámbulo de una entrega extensa

Me alargaré en esta entrega porque quiero darle relevancia a un hecho que no ha sido evaluado con el peso específico que merece: las sanciones individuales contra los violadores de derechos humanos del régimen madurista, hecho que califico sin ambigí¼edad de histórico.

Entiendo que esta semana frenética en la que el régimen volvió a descuartizar la Constitución por enésima vez (¿quién se sorprende todavía?) y donde fuimos nuevamente testigos de la desorientación y esterilidad opositora en la Asamblea Nacional -sus patéticas €œnegociaciones€ con el chavismo (¿qué negocian?)-, nos mantuvo distraídos, pero aprovecho el descanso decembrino, el fin de año y el deseo de libertad para el esperanzador año 2015 que amanece, para mandarme esta entusiasmada y larga reflexión.

Léanla con tiempo, y si no lo hicieren, al menos lean la extraordinaria y valiente entrega de Jesús €œChúo€ Torrealba sobre el mismo tema y el imperdible análisis (en twitter) de Thays Peñalver sobre el alcance de las sanciones norteamericanas contra funcionarios venezolanos violadores de derechos humanos. Ambos son esenciales, desde aquí aplaudo su coherencia.

Falacias de un Capriles extraviado

€œSe perdía en divagaciones desconcertantes
y en circunloquios plagados de contrasentidos,
dando la impresión de que las ideas corrieran
por entre los escombros de su cerebro como sombras locas,
buscándose y evitándose al mismo tiempo.€

Rómulo Gallegos

 

La reflexionar como condena

En Venezuela reflexionar se ha vuelto una condena. Nuestra insoportable levedad de ser venezolanos nos impide el debate crítico, pese a que el debate, la confrontación de argumentos ensancha nuestra interpretación de las cosas y afina nuestras conclusiones.

 

La conciencia crítica y el debate nos desmarca del oscurantismo borrego de los muduristas. Debatamos, seamos críticos. No seamos nunca maduristas.

 

De cualquier modo seré cuidadoso y sensible en esta larguísima entrega, no quiero herir sentimientos. Hablaré sobre Henrique Capriles quien por merecer mi respeto, merece también mi crítica.

 

La desmembramiento nacional lo exige.