Mi siembra…
Mi siembra…

Mi siembra…

El otro holocaustoé

Semen sobre la historia, el poeta goza la urgencia de sembrar palabras en el vientre fecundo de la política. A modo de atentado, su verbo es la afilada navaja que degolla la monstruosidad que se teje en las sociedades atragantadas por comilonas populistas.

 

 

No desisto, ya es reiterativo advertir el holocausto que nos asedia. Venezuela avanza €œa paso de vencedores€ hacia un festín de sangre. El primer indicio de nuestra carrera es la escandalosa tergiversación que se ha dado al uso de las palabras. Fenómeno difícil de advertir desde el punto de vista político, pero fácil desde el poético. Es la hora urgente de filólogos y poetas. Pero ¿son poetas o filólogos personajes capaces de inyectar visiones históricas a sociedades desnutridas de ideales y sueños? Sin duda sí, la misión del poeta es, en estos casos, emancipar a la palabra e independizarla de la rabia humana, sugerir al individuo la defensa de la libertad verbal. El poema es su pretexto.