Capriles en el laberinto electoralé
Capriles en el laberinto electoralé

Capriles en el laberinto electoralé

I


No será una lectura fácil, lo advierto. Como la tragedia histórica que vive Venezuela, este suelto está cargado de extravagancias, alegorías y mitos.


Pienso que una nación sumida en un monumental absurdo como Venezuela necesita imaginación para interpretarse a sí misma. Además, no puedo desenvainar mi hacha para abrir camino a mis ideas en cada entrega. A veces hace falta la pausa, detenerse al borde del inmenso abismo y ver el ancho horizonte para soñar.


Este escrito es eso: un sueño y, en cierta medida, una figuración mitológica.


Me disculpo de antemano si alguien se sintiere ofendido u ofendida. Mi excusa es sencilla: uno no controla sus sueños, mucho menos sus pesadillas.


II


Venezuela necesita aire, se asfixia. Absurdamente, el minúsculo Cuba ˆ’y sus tiranos Castroˆ’ la han secuestrado. Han levantado un laberinto lleno de caminos ciegos, tergiversaciones y espejismos para impedirnos el hondo aliento que da la democracia y libertad.


Al laberinto lo llaman Consejo Nacional Electoral y es un sistema repleto de recovecos, vacíos y trampas. No tiene aparente salida. El laberinto tiene su minotaura: Tibisay Lucena ˆ’por su horripilante aspecto moralˆ’, quien intenta encarcelar a sus víctimas (los opositores) en él para devorarlas y saciar su insatisfecha hambre de belleza y decencia. (Tiene un domador que la pica y estimula a morder y tragar, sobre ese monstruo de siete cabezas no hablaré en esta ocasión. Cuestión de estilo.)


Mitad mujer mitad toro, uno tras otro, la bestia se ha tragado a los inocentes candidatos de la oposición que han intentado penetrar y sortear los secretos pasadizos del laberíntico sistema electoral. Unos se han desvanecido de cansancio a mitad de camino; otros de tanto andar los recovecos oscuros y pestilentes del sistema caen mareados y se convierten en presa fácil del fabuloso e insaciable monstruo de la postmodernidad: la minotaura.

 

III


Sólo dos legendarios personajes han logrado evadir el laberinto y a la bestia engañosa.


El movimiento estudiantil fue el primero. Su grito de libertad retumbó de tal manera en los pasillos internos del laberinto que la minotaura prefirió esconderse de pavor y señaló a la juventud el camino de salida. No los quería dentro ni mucho menos cerca. Le causaban un pánico frío porque reconocía en su mirada un brillo vigoroso y rebelde de libertad. Las bestias €œautomáticas€ le temen a la rebeldía y fue por esa causa: el pánico, por lo que la minotaura prefirió darles una victoria, replegarse y huir al centro de su propia oscuridad.


El segundo fue Henrique Capriles. ¿Teseo guiado por el hilo inspirador de su amada Ariadna Venezuela? Su voluntad inquebrantable y probablemente ese amor intenso por el país que suda en cada acto, le abrieron el camino. Henrique rompió la larga cadena de fracasos opositores y figuró la luz. Nadie entiende cómo lo hizo, pero lo logró. Además, nos condujo a ciegas ˆ’por pura intuiciónˆ’ junto a él en su travesía, consiguió sacudirnos del extravío e inspiró entre nosotros un ardor inusitado para salir del laberinto.


€œHay un camino€ nos dijo y rescató nuestra fe. Sabemos que la fe es capaz de mover montañas, mucho más fácilmente movería el intrincado sistema electoral. Los heridos, los desilusionados, los arruinados y los iracundos del laberinto se levantaron, también volvieron a creer en el futuro de país y anduvieron, junto a Capriles, por los caminos electorales. Rompieron muros y superaron espejismos, más gente se sumó y formaron entre todos siete millones y medio de esperanzas curadas.


Capriles las sanó y ganó la elección, es el Presidente legítimo de la República Bolivariana de Venezuela. Victoria que hay que reivindicar.


IV


La Venezuela secuestrada y herida por la farsa socialista despertó de su trance y en su despertar resquebrajó el laberinto electoral. Cientos de miles de fisuras se hicieron obvias en el sistema y logramos descubrir el fraude en su verdadera dimensión.


La luz que nos anuncia el final del laberíntico túnel está ahí, muy cerca, al alcance de todos los venezolanos. La vemos, la sentimos, la conocemos, pero la minotaura Lucena vuelve a aparecer. Intenta devorarnos pese a que estamos más vivos que nunca. Nos señala de nuevo su laberinto y nos jura que es inquebrantable, nos amenaza con que no lograremos salir de él jamás.


Se equivoca. La luz se escurre por todos lados, las fisuras se hacen más grandes y el aire se empieza a sentir más puro, más fresco, más vital en toda Venezuela. Respiremos, venezolanos, respiremos hondo. El laberinto electoral se derrumba, ya no es sólo un camino de salida. Son muchos.


Henrique Capriles, nuestro Presidente de la República, el líder que nos trajo a este punto se percató del colapso total del sistema y nos pide paciencia. Hay que tenerla, además Capriles se merece nuestro voto de confianza, si se quiere condicionada a que continúe firme y no intente reconstruir el laberinto electoral, pero confianza aunque sea crítica, tampoco nos podemos dar el lujo de la pasividad ni del silencio.


Nos falta poco, la resistencia pacífica se debe revitalizar, al menos hemos recuperado el aire y la convicción. Estamos más fuertes y además somos indudable mayoría. El primer paso que nos enseñó Gandhi fue desobedecer de manera activa y no violenta la dictadura. No podemos replegarnos. Debemos seguir con inteligencia, pero seguir.


Esperemos la señal del Presidente Capriles y andemos otra vez, no volvamos las caras, ¡carajo!, arrostremos con intensidad la libertad, la democracia y la paz.


El sueño se ha hecho realidad.