La caída de Mario Silva
El espejo roto
Me planto frente a un espejo. Deseo reconocer en mi rostro la Venezuela que hay en mí: comprender las heridas, cicatrices, lágrimas, aliento y asfixia de mi pueblo.
Escudriño frente a mí mismo. No logro descubrirme, veo una figura empañada y borrosa. No sé si es la opacidad o la penumbra lo que perturba mi visión de lo que soy -de lo que somos- como venezolanos. La Venezuela que hay en mí se evapora.
Me desespero, nos desesperamos, porque no soy sólo yo quien busca la esencia gloriosa del bravo pueblo y no la encuentra. Somos la mayoría.
Me gana la impotencia y la rabia, lanzo una pedrada sobre el espejo y estalla en pedazos. Una triza alcanza mi frente, que ahora sangra. Vuelvo mi mirada sobre los escombros y logro divisar, ahora sí, en cada fragmento del espejo roto una parte de la estallada y sangrante Venezuela.
Y comprendo: somos un pueblo partido en pedazos, que sangra su vergí¼enza.