Un malabarista en la cuerda floja de la política
Un malabarista en la cuerda floja de la política

Un malabarista en la cuerda floja de la política

¿Quién mantiene el equilibrio?

Seré crítico mas no mordaz; aunque provoque, los tiempos no lo permiten. Como opinador he decidido someterme con responsabilidad a esos tiempos, he decidido ser -y te invito a acompañarme- un malabarista en la cuerda floja que es la política venezolana. Urge mantener el equilibrio.
No me callo, pero tampoco desorbito mis iras. Las enjaulo. Se dice fácil, se lee fácil, pero no lo es. Tú y yo sabemos lo difícil que es mantener la disciplina, lo vivimos, lo padecemos.
Nos estamos jugando el destino de nuestra Venezuela.
Vale el sacrificio.

Unidad imperfecta, pero perfectible

El tema de la Unidad (en mayúsculas) está más vigente que nunca, sin ella jamás lograremos deshacernos de la peste chavista. Así nos detestemos unos a otros, así nos veamos con duda y suspicacia, debemos permanecer unidos, sin ambigí¼edades.
Ningún movimiento liberador noviolento, desde Gandhi hasta Ucrania, ha logrado liberarse de una dictadura si no lo hace hecho unido. Es así y será así siempre. No existe un solo caso exitoso en el ámbito de la resistencia pacífica que haya logrado sus objetivos sin unidad. Ninguno.
Así que imperfecta, pero perfectible, la Unidad es vital si aspiramos realmente salir del chavismo. Expresemos descontento y seamos críticos, por un lado, toleremos y respetemos la crítica, por otro, pero no nos autodestruyamos.
Tenemos suficiente con el chavismo.

El malabarista eficaz

Lo he dicho antes, no soy amigo de Jesús €œChúo€ Torrealba ni nada por el estilo. Lo conozco y siempre me pareció un hombre honesto y comprometido. He defendido su gestión en anteriores ocasiones porque estimo que ha mantenido el equilibrio en la cuerda flora de la política venezolana logrando cohesión entre los místicos que esperan que el tiempo perfecto de Dios se haga y aquellos que prefieren labrarse su propio destino luchando en las calles.
Chúo es un conocedor de la noviolencia y de la resistencia pacífica, sabe que sin unidad no hay manera alguna de alcanzar la tan anhelada libertad de Venezuela. Con dificultad, pero con acierto, malabarista eficaz, ha logrado congeniar las posturas timoratas con las liberadoras y ha estirado hasta donde ha podido la posibilidad de alcanzar una salida democrática a la ruina venezolana.
No tengo por qué dudar de su honestidad ni de su compromiso, no lo haré ni siquiera pese a las pifias.
No es el momento.

¿Lo dejaremos caer?

Sin embargo, debo ser honesto, al otrora malabarista eficaz lo noto frustrado, agobiado, como quien sabe que se ha jugado su credibilidad en un acto histórico que se le escapa de las manos, el Revocatorio. ¿Qué hará? ¿Seguirá hasta el final en su constitucional demanda o doblará el espinazo ante la criminalidad chavista? ¿Esperará un nuevo tiempo perfecto de Dios o bregará el derecho constitucional en las calles?
A Chúo se le agota el tiempo y el discurso. Entiende que la cuerda de la política se rompe. Comete francos yerros (es de humanos), su retrechería (artificio disimulado y mañoso para eludir la confesión de la verdad, según la Real Academia), sus sofismas (razón o argumento falso con apariencia de verdad) y su injustificable bronca con Fernando del Rincón (uno de los más denodados e incondicionales defensores de la libertad en Venezuela) muestran su momento de tensión e incertidumbre.
¿Lo dejaremos caer? Al menos, yo no. Por ahora merece, pese a las críticas, un delicado voto de confianza.
Se lo ha ganado.

¿Secreta o privada?

Lo que Chúo sí debe entender es que las retrecherías y los sofismas, la pueril ambigí¼edad entre €œsecreto€ o €œprivado€ para diferenciar un oscuro pre-diálogo (el prefijo encareció su absurdo: ¿se comunicaron con mímica?) causó una genuina molestia en la opinión pública.
¿A quién se €œprivaba€ de conocer el pre-diálogo? ¿A los presos políticos, a los demás integrantes de la Mesa de la Unidad o al pueblo de Venezuela? En cualquier caso, no era un asunto €œprivado€ el que se ventilaba, era un asunto estrictamente público y como tal, con toda responsabilidad y conciencia, debía ser tratado.
Fue una imprudencia que causó sospecha y comprensiblemente mucha crítica.

Con la verdad ni se ofende ni se teme, mucho menos se divide

No puede ser que, ante el incendio nacional, ante las atrocidades del régimen, ante los ilegales esfuerzos de las meretrices del Consejo Nacional Electoral por impedir el Revocatorio y ante el infeliz descubrimiento de un pre-diálogo secreto, privado, disimulado o escondido, alguien alce una voz crítica y se le acuse histéricamente de €œdivisionista€.
No puede ni debe ser, menos en este momento tan delicado. No es divisionista ni insensato quien critica la mentira, todo lo contrario, es una conciencia lúcida que añora un cambio político en Venezuela.
Con la verdad ni se ofende ni se teme, mucho menos se divide; con la verdad, nos diferenciamos de la oscuridad chavista, y Venezuela, esa palabra que late en el centro nuestro pecho, que resplandece en el cielo de nuestra conciencia y que se ensancha en el horizonte de nuestro espíritu, se ilumina.
Ni divisionistas ni colaboracionistas, unámonos en el esfuerzo supremo de hacer efectivo el Revocatorio en el 2016 y si ilegalmente nos lo niegan, unámonos para hacer valer nuestra verdad en las calles.
Sólo unidos lo lograremos.
Sólo unidosé