El abrazo de la angustia con la rabia
Angustia y rabia son dos palabras que se repiten permanentemente en nuestro quehacer cotidiano, laten -vociferando alaridos- en cada uno de nuestros respiros.
Rabia por el daño irremediable que le ha causado el chavismo a nuestra patria y que en ocasiones pareciera infranqueable. Angustia por el desdén y -si me permiten- desatino lunático con que cierto sector de la oposición reacciona al daño permanente que nos causa a diario esa manada de delincuentes.
Angustia y rabia se abrazan en el pecho de cada venezolano y se aprietan en nuestras gargantas para interrumpir nuestro aliento. Los venezolanos andamos de asfixia en asfixia.
¿Hasta cuándo?
El coro de las mezquindades
Venezuela está mal, como sociedad, como cultura, como nación está mal. Es probable que ni siquiera hayamos dimensionado cuán mal estamos.
Un frío paralizante recorrió nuestra entraña cuando escuchamos el coro de mezquindades que rebotaron por las redes sociales ante el insospechado éxito de la huelga de hambre que protagonizaron Leopoldo López y un grupo de valerosos jóvenes venezolanos.
Lo que a todas luces fue un esfuerzo memorable y triunfante que volcó la mirada crítica del mundo sobre el país y en contra del sanguinario madurismo; que impulsó las visitas humanitarias de los expresidentes Felipe González, Andrés Pastrana y Jorge Quiroga y de los senadores brasileños; que motivó el ríspido pronunciamiento del Alto Comisionado de los derechos humanos de la ONU y del Papa Francisco (entre otros); y que logró la tan ansiada fecha para las elecciones parlamentarias y la libertad de algunos de nuestros presos políticos (con la promesa de que vendrán más liberaciones); terminó siendo despreciado e insultado por un amplio -pero desquiciado- sector opositor: algunos miembros de la Mesa de la Unidad (MUD), periodistas (no olvidaré jamás la ruindad de una luchadora de sumo que podría ser objeto de estudio científico por €œmastodonta€), intelectuales (cheerleaders de la mediocridad) y de algunos extravagantes de la €œresistencia€ (se llaman a sí mismos nietzscheanos pero no están más allá ni del bien ni del mal, están perdidos en su propio lunatismo).
¿Qué nos está pasando?
Los arruinados y su €œalianza perfecta€
En este momento difícil en el que debemos hacer un esfuerzo formidable para conservar la unidad no quiero ser sarcástico, pero cómo no serlo: la angustia se nos atraganta.
Nuestra capacidad de asombro no descansa. Los inauditos hechos de nuestro acontecer político se sobrepasan unos a otros, y no concluyen. Nos abofetean y vilipendian, nos dejan sin aliento. Sin embargo seguimos, no hay opción: seguir pese a la falta de aire.
No tengo nada personal contra Henry Ramos Allup, créanme, no lo tengo. De hecho valoro positivamente su verbo radiante y lúcido (no su torpe escritura que rebasa lo barroco e invade la amalgama churrigueresca) porque en ocasiones ha desmembrado con brillantez el cinismo madurista. Lo ha desmembrado, es cierto, pero eso no es suficiente como para no criticarlo.
Mi crítica hacia él es política, si lo ofende me disculpo. Es un debate necesario. Intento evaluar con objetividad su tránsito como €œflamante€ líder de Acción Democrática, partido del que ha sido su Vesubio y que ha convertido en una Pompeya arrasada, en una reliquia de despojos y de penas: en nada. ¿AD ha crecido o mermado con él como su líder? ¿Hizo buen trabajo?
También -¿por qué no?- juzgó su protagonismo como dirigente político durante los últimos treinta años. ¿Ha mejorado Venezuela? ¿Qué logro organizativo, de lucha o reivindicación se le puede atribuir? ¿Cuál ha sido el efecto real de su dirigencia?
Cuando nos señala que la MUD ha alcanzado la €œalianza perfecta€ electoral, de la cual, claro, él es su €œflamante€ líder, uno no puede dejar de pensar en las ruinas de estos años. No todas se pueden atribuir a él, sería injusto, pero sí algunas como la debacle de AD.
¿Por qué la alianza es €œperfecta€? ¿No aprendemos? Qué cosa tan asfixiante es sentir vergí¼enza por nuestra propia perfección.
El paroxismo de la perfección: Primero Justicia
Si alguien es perfecto en la alianza electoral opositora es el partido Primero Justicia, por eso enrocan, rotan o trasladan a sus perfectos de un lugar a otro sin ningún estupor.
¿Qué dirá la dirigencia regional sobre el enroque y sus perfecciones? ¿Habrá crítica interna? ¿Se reconoce la labor de los partidarios que bregan día a día con dedicación y esmero en los barrios y comunidades?
Pareciera que no hay nadie -ni siquiera en sus propias filas- que pueda ser tan perfecto como algunos de ellos. Marquina, perfecto primero en Sucre, luego en Miranda, según el partido ahora lo será en Lara. Guanipa, perfecto en el Zulia, por arte de magia lo será Distrito Capital. Y el joven Requesens, perfecto en la UCV, irá a darle lecciones de perfección a los tachirenses.
Primero Justicia, que nació ejemplarmente como un partido crítico de las viejas prácticas cogolléricas de los partidos perfectos, ahora es su paroxismo.
¿Estamos mal o son cosas mías?
¿Y los imperfectos?
En Venezuela, creo, los imperfectos son mayoría. Todos los días luchan, critican, protestan, hacen huelgas de hambre y votan porque entienden que contra una dictadura cada desafío hay que librarlo.
Los imperfectos tienen el mérito de que no sólo padecen la ruinosa realidad, se movilizan para transformarla, no esperan un hecho electoral para hacerlo. Saben, por ejemplo, que las condiciones electorales no son tan perfectas y saben que deben protestar para cambiarlas (no sólo lloriquear como los nietzscheanos ni rendirse como los perfectos).
Hay que luchar, sí, pero la alianza perfecta (los perfectos) lucha por ocupar puestos; los imperfectos, por reivindicar valores y principios democráticos.
Los perfectos necesitan el voto de los imperfectos para lograr sus fines: ocupar espacios; los imperfectos no necesitan de la alianza perfecta para alcanzar los suyos: la reivindicación de la democracia.
Son dos objetivos distintos: ocupar espacios y luchar para reivindicar la democracia, que si se unieran -sin mezquindad- lograrían €œjuntos€ salvar a Venezuela de la ruina chavista. Sin unión no se logrará nada. Ojalá los perfectos y su soberbia lo entiendan. Ojalá los imperfectos resistan, no se cansen y sigan.
Para que el abrazo entre la angustia y la rabia se desvanezca, para recuperar el aire, todos tendremos que movilizarnos social y políticamente, es decir: votar y protestar unidos.
Se nos presenta una oportunidad única, dejemos la mezquindad y la soberbia, dejemos la crítica sarcástica (lo digo por mí), unámonos, luchemos juntos.
¿Quién comienza?