Carta urgente a los huelguistas
Carta urgente a los huelguistas

Carta urgente a los huelguistas

Los desalmados

No es fácil escribir una opinión en estos momentos de inquietud. Mientras escribo o intento hacerlo mis manos se marean, flaquean, pierden el camino de la idea y se extravían en una ansiedad que no encuentra una tecla capaz de pronunciar su zozobra.

No es la primera vez que nos ocurre ni será la última mientras el chavismo perviva. Se pondrá peor y peor hasta que nos liberemos de ellos. Se han instalado en el poder para mostrarle una jeta despiadada y cínica a nuestra historia. Lo hacen con una mano en la cintura, sonrientes, despreciables, con la desfachatez regordeta y vulgar que encarna Diosdado Cabello.

El madurismo es él, no tienen alma, nunca la han tenido.

Son los desalmados del siglo XXI.

 

Tiempos muy tristes

Me cuesta mucho escribir, lo confieso. Me encantaría arrancar un sarcasmo de mi pecho y arrojarlo en la frente de la crueldad que hoy rige a Venezuela, pero ni eso puedo. 

Tantos hermanos, tan apreciados y entrañables, ofreciendo su vida por un ideal de democracia y libertad le parte el alma en pedazos a uno.

No sé si con el tiempo, en una época remota, ya liberados de la peste chavista y de su miserable dictadura, alguien volverá a leer esta angustia que hoy intento amontonar en letras; no lo sé, pero si lo hiciese, si alguien leyese este escrito en el transcurso de los años, añoraría con todo mi ser que sepa que la despelotada revuelta chavista (ellos la llamaron €œrevolución€) nos ha hecho padecer a los venezolanos tiempos abominables de asfixia y de terror, tiempos de frustración profunda.

Tiempos muy tristes. 

 

La rabia se agrupa y empuja mi conciencia

Hemos sufrido muchísimo, sí, pero también hemos resistido con dignidad y convicción memorables. Lo hemos hecho, lo estamos haciendo y lo seguiremos haciendo por la libertad.

Escribo la palabra libertad y va configurándose en mi entraña una idea, surge de los escombros oscuros en los que se encuentra mi alma una voz urgente, una causa sobre la cual escribir. 

Me recupero, la rabia se agrupa y empuja a mi conciencia. Hay que seguir, sabemos bien qué pasa con quién se cansa. No puedo vacilar, nadie puede hacerlo, ellos, los huelguistas, en infinitas peores condiciones que uno están luchando, ellos siguen, no se cansan, siguen.

Los recuerdo y pienso: mientras nuestro aliento sea capaz de empañar una lámina de vidrió tendremos fuerzas suficientes para luchar por nuestra libertad. 

 

Huelga de hambre

Nunca he hecho una huelga de hambre pero las almas que más he admirado sí las han hecho. Gandhi, Luther King, Mandela, Suu Kyi, Vaclav Havel, entre otros han sido algunos de los muchos que han ofrecido su vida -su hambre- por un ideal de libertad.

Como activista de la lucha noviolenta, metodología que he estudiado con ardor y promovido con convicción y disciplina, sé que no todas las huelgas de hambre que se realizaron lograron sus objetivos puntuales, pero también sé que todas ellas cuando se han hecho con determinación y honestidad de principios, han creado tal nivel de conciencia nacional e internacional sobre las reivindicaciones urgidas que a la postre, sin excepción, han triunfado.

Ninguna ha fallado y ninguno de los líderes que las promovieron con tenacidad reivindicadora de derechos tampoco. Todo lo contrario, la historia hoy encumbrar sus nombres por la fuerza y fe con que han emprendido su lucha.

¿Fuerza y fe? ¿Les suena?

 

El alma de los pueblos

La India, los Estados Unidos, Sudáfrica, Birmania o Checoslovaquia padecieron angustias semejantes a las nuestras. Birmania las sigue padeciendo. No por razones disparatadas o frívolas aquellos grandes espíritus que mencionó antes ofrecieron sus vidas por una idea de libertad y triunfaron.

El alma de los pueblos se reconoce a sí misma ante las adversidades y la peor de todas las adversidades humanas es la autocracia y el despotismo. Ante ellas, un pueblo se deprime y acobarda: se rinde, o se ensancha y agiganta: disiente, resiste y vence. 

Digan lo que digan, el alma del pueblo de Venezuela se ha ensanchado y agigantado, disentido y resistido en estos tiempos, y ha resistido de manera noviolenta a la desalmada y despiadada adversidad chavista. Ha sido muy difícil y triste, pero lo hemos hecho. Algunos se han rendido, pero no todos, esos son -como los huelguistas- los imprescindibles.

El alma de Venezuela está intacta, su aliento no sólo es capaz de empañar una lámina de vidrió, lo hará estallar pronto, muy pronto, con un rugido unánime -¿unido?- de libertad.

 

Las huelgas cesan 

Pero las huelgas de hambre, como actos de conciencia que son, deben cesar en algún punto. Es fundamental entenderlo en el marco de la estrategia de lucha noviolenta.

La belleza de esta lucha es que no intenta doblegar ni someter al prójimo, busca disuadirlo y transformarlo: humanizarlo, hacerlo más consciente.

En ese sentido, la huelga de hambre que han asumido valerosa y reivindicativamente Leopoldo López y Daniel Ceballos, Julio Rivas, Raúl Baduel y Alexander Tirado y todos los demás huelguistas no sólo ha despertado la conciencia de Venezuela, sino, literalmente, de medio mundo.

No entenderlo, no asumirlo, podría ser interpretado -por Venezuela y medio mundo- como un acto de inconciencia y por lo tanto como un acto de violencia sobre nosotros mismos. 

La huelga de hambre debe cesar, ya los objetivos fueron logrados de sobra, el régimen despótico de Maduro y Cabello quedó desnudo.

 

Vivos y coleando

Perdonen la expresión, pero no sólo necesitamos vivos a los huelguistas, los necesitamos coleando.

Nuestra faena no finaliza liberando a Venezuela de la satrapía chavista, ahí apenas comienza. A nuestro país queremos curarlo de la peste socialista que le cayó encima, aspiramos transformarlo, reinventarlo, recuperar su democracia y llevarlo a un destino de libertad, bienestar, prosperidad y progreso. 

El trecho por andar es todavía muy largo, seguramente nos llevará todo este siglo, y la reserva moral de nuestra sociedad, que hoy está en huelga, que está resistiendo y luchando, tiene un papel fundamental que cumplir ¿o dejaran en manos de las mulas cansadas de la política esta dificilísima empresa? Dios nos libreé

(Como verán he recuperado un poquito de sarcasmo, he vuelto.)

 

No es una solicitud, es una exigencia

No necesitamos que el Papa, Obama, Dilma o Putin soliciten que cese la huelga, es un clamor popular, o mejor, una exigencia de los venezolanos.

Insisto en proponer que hagamos una enorme manifestación que €œexija€ a nuestros admirados huelguistas que cesen. Entendemos su sufrimiento, entendemos su rabia, pero hay que organizar y llevar la protesta a otro punto.

Sólo la movilización social y política ha erradicado dictaduras. El voto -eso sí reivindicado y peleado, no acobardado- es un extraordinario pretexto.

Es la hora de la conciencia. Gracias Leopoldo, Daniel y cada uno de los huelguistas por haberla despertado nacional y mundialmente. No sólo pierde el que se cansa, también el que muere.

Hay que seguiré, el trecho es largo.