El desconsuelo y el coraje
Sabemos que el chavismo es despreciable no sólo porque devastó a Venezuela, sino por algo muchísimo más grave: porque asesina con certeros disparos a la cabeza a nuestros jóvenes.
El desconsuelo lo hemos convertido en más ímpetu y coraje, ha sido muy difícil pero lo hemos logrado. Sigamos así, pese a que se nos quiebra el alma y se nos desmorona el espíritu de impotencia, sigamos así, el momento histórico demanda nuestra mayor convicción y disciplina en cuanto a la lucha noviolenta.
Hay que estudiarla, conocerla, seguirla. Estamos transformando una sociedad, intentando transitar desde los terrenos fangosos de una dictadura criminal hacia la tierra fértil que ofrece una democracia, si respondiésemos con violencia a su violencia, Venezuela sería un desangre, la herida histórica sería imborrable. Tenemos que resistir.
Ellos usan balas y tanques; nosotros, voces y frente en alto. Su escudo es de hierro; el nuestro, un corazón que lleva tatuada la palabra libertad.
Los hijos del chavismo
Eso sí, no podemos flaquear ni ceder, el régimen está acorralado, hay que hostigarlos, desafiarlos, arrinconarlos, avergonzarlos hasta la asfixia.
Ha surgido un debate inútil sobre lo conveniente o no de hostigar a los hijos del chavismo, debo ser enfático y pronunciarme al respeto: mientras sean venezolanos mayores de edad, mientras gocen de las mieles del poder corrupto y criminal, mientras estén conscientes de la perversidad asesina en la que están incurriendo sus padres, son susceptibles de reproches y críticas, tienen que ser acosados hasta la vergüenza; sin violencia, pero con rigor.
Somos activistas de la libertad, no beatos, estamos liberando a un país de una dictadura criminal, la única contemplación que podemos tener es la democracia, la libertad y el respeto de los derechos humanos.
Un reproche, un grito, incluso un insulto, son respuestas sensibles y morales contra el cinismo y la perversidad.
Hagamos que lleven en su espíritu la mancha de la vergüenza.
Seamos buenos cristianos
Si Cristo sacó a patadas a los mercaderes del templo celestial, ¿quiénes somos nosotros para desautorizarlo? Increpemos a quienes han mercadeado con nuestro templo terrenal: Venezuela, a quienes lo han devastado, a quienes nos persiguen y torturan, a quienes asesinan a nuestros hijos. Seamos buenos cristianos.
Acosemos a cada chavista que veamos hasta el bochorno, avergoncémoslos por lo que han hecho y por lo que hacen, es nuestra obligación moral, social, cultural y política. Estamos ante una situación de no retorno, hay que extirpar la maldad chavista y su memoria, sellarla de desprecio para que más nunca levante cabeza. Es lo justo.
El nazismo ha sido repudiado frente a la historia, salvando diferencias, ¿por qué no habríamos de repudiar al chavismo?
¿Queremos que permanezca?
La crítica honorable
La lucha noviolenta no busca doblegar al prójimo, intenta transformarlo. En ese sentido es espiritual.
A pesar de que los hijos del chavismo no son los responsables de los crímenes de sus padres ni pueden ser juzgados penalmente por ellos, si convalidan, disfrutan y aúpan con sus actos la devastadora criminalidad de sus padres, deben ser moralmente reprochados. Hacerlo podría desbalancear la crueldad de la dictadura. Es parte incontrovertible de la lucha noviolenta.
Por el contrario, si los hijos de la dictadura son críticos, sensibles al dolor humano que está padeciendo el pueblo de Venezuela y critican la conducta delincuencial de sus padres hay que recibir su gesto con beneplácito. Lo ocurrido con Yibram Saab, hijo de Tarek, es muy respetable.
Su crítica es un honorable acto de conciencia.
La cárcel como perdón
Hay jóvenes muertos, heridos y presos que han dejado el alma –y el pellejo– por Venezuela, ellos sí merecen nuestra mayor consideración y respeto. Su vida y sacrificio no pueden quedar en vano.
Gritar nuestra indignación, hostigar a cada chavista que nos topemos, recriminarles la desgracia nacional, sin agredirlos, sin violencia, es lo ético. Los miramientos y las exquisiteces frente a esa casta criminal son inaceptables. No después de todo el daño que han causado.
Estamos liberando un país de una tiranía, insisto, hemos escogido hacerlo a través de la resistencia civil y la lucha noviolenta, ambas no son pasivas, son desafiantes. Si no arrostramos su perversidad y la teñimos de vergüenza, no tendrán nada que perder, permanecerá su estado de comodidad, ni siquiera harán un examen de conciencia.
Una vez que hayamos alcanzado la libertad, sólo entonces, habremos de tender puentes de reconciliación para quienes no hayan cometido crímenes, pero que quede claro, no habrá impunidad, no puede haberla. Quien haya cometido un delito tendrá que pagarlo.
El perdón en la democracia es la cárcel.