La decapitación de Venezuela
La decapitación de Venezuela

La decapitación de Venezuela

€œQue vivan los estudiantes

jardín de nuestra alegría

son aves que no se asustan

de animal ni policía

y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauríaé

Me gustan los estudiantes

porque levantan el pecho

cuando le dicen harina sabiéndose que es afrecho

y no hacen el sordomudo cuando se presenta el hecho€

Daniel Viglietti

La frustración derramada

Recostémonos un segundo. Cerremos los ojos. Que la angustia de estos días repose en la más honda oscuridad de nuestro ser -se pierda en él- y reflexionemos: ¿estamos conformes con la actitud opositora frente al fraude electoral?

Seamos honestos: ¿Creemos que nuestros líderes políticos nos llevan, en medio de la hecatombe nacional, hacia un buen destino para reivindicar la verdad?

Yo no, por eso me pronuncio y derramo mi frustración en cada letra. Frustración que se salva, otra vez, por la presencia de los estudiantes en la calle, a quienes tanto agradezco.

(Me detengo para hacer una salvedad: si usted en su reflexión consideró que estamos bien, que no debemos reivindicar la verdad del fraude sino hasta el 2019, que hay que esperar la decapitación final de Venezuela para entonces actuar, que lo mejor es permitir que el madurismo le corte la cabeza -con sus imbecilidades y traiciones- a nuestra nación para reaccionar, le ruego que detenga en este instante su lectura, no siga, viva su fantasía a plenitud, aquí no hay autocracia ni dictadura, es preferible que dé permanencia a su alucinación; no despierte).

Yo sigo.

Chávez no murió invicto

Si decidió cruzar la frontera de mi advertencia anterior y es otro venezolano que padece y sufre este despelote monumental, esta falsificación revolucionaria; si es otro venezolano que es acosado por el crimen, que se siente impotente ante la corrupción, que le produce ira la ocupación cubana y el asalto de los Castro a nuestras riquezas, si siente que el país está en ruinas y vamos hacia un rumbo aún peor, le pido que abramos los ojos juntos como pueblo y arrostremos la realidad para intentar cambiarla.

El primer punto a comprender, sin amaneramientos, es que Chávez fue un sátrapa, cuyo único interés fue regir a Venezuela por la eternidad. Para satisfacer su delirio, destruyó todas las instituciones del país (públicas y privadas) y despilfarró nuestras riquezas, regalándolas a otras naciones, para que nadie se opusiera o protestará.

Todo apuntaba hacia la posibilidad cada día más cierta de que lograría sus objetivos, la oposición no daba pie con bola, estaba derrotada y perdida, hasta que aparecieron en las calles los estudiantes y le hicieron morder a Chávez el polvo de la derrota.

Fueron los primeros y los únicos que lo lograron. Con dignidad y coraje, le pusieron la mano en el pecho al autócrata, le dieron un lepe en la frente y le dijeron: ¡Hasta aquí, dictador!

Fueron coherentes con su discurso y su acción política, por eso lo vencieron. Sí, una y otra vez lo vencieron, y hoy Chávez yace tendido en una tumba porque entendió a tiempo que su destino no era la patria socialista, sino la muerte.

Ahí está inerme, sus restos embalsamados, sufriendo como testigo de excepción sin descanso ni paz la debacle podrida de su delirio truncado por los héroes venezolanos del siglo XXI: los estudiantes.

Los estudiantes: ni permiso ni perdón

Los estudiantes no pidieron ni permiso ni perdón para hacer historia. Tomaron las calles y sin sacar cuentas ni esperando ingenuamente el momento €œoportuno€, enfrentaron a la dictadura. Por cierto, siempre la llamaron por su nombre. Siempre. El país se los agradeció y se los reconoció el mundo.

Decenas de anécdotas tenemos sobre las molestias que causó el estallido a un tiempo volcánico y poético, irreverente y visionario de los estudiantes, no sólo en el gobierno, sino especialmente en la oposición.

¿Quién les había dado permiso para irrumpir? Nadie, ni lo necesitaban ni lo pedirían. Preguntaban ellos a su vez: ¿Quién le había dado permiso a la oposición para consentir que Chávez decapitara al país?

Con los estudiantes, Venezuela volvió a sentir con intensidad y placer el dulce y romántico sentido de la palabra libertad.

La decapitación de Venezuela

Maduro, el heredero bobalicón de Chávez, ha confirmado que sigue el firme propósito de decapitar a Venezuela. Cada pronunciamiento, cada acto, cada usurpación, nos llevan a pasos agigantados hacia esa debacle final.

No se podía esperar menos de él ni de los verdugos nacionales e internacionales (cubanos, iraníes, rusos) que lo secundan. Son padres e hijos de la sangre derramada, eso quieren y hacia allá van. Es su destino.

Quienes nos sorprenden por su frialdad y su desvarío son los opositores que, con indolencia fraticida, nos recomiendan que permanezcamos impávidos ante la decapitación. Nos aconsejan no hacer nada, esperar el tiempo oportuno para actuar, es decir, cuando la cabeza de Venezuela caiga.

No sé qué ejemplo histórico siguen ni de dónde han sacado semejante conclusión. Lo cierto es que ninguno de nuestros próceres ni los fundadores de la democracia pensaron así. Ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo.

Fracasarán, no podemos permitirlo. Desde la lógica de la lucha noviolenta, inspirada en Gandhi, esto básicamente es un acto irresponsable y demencial.

Estudiantes por la libertad

Uno puede pensar que el cielo sólo está compuesto por santos y por resignados, pero no, también habitan los arcángeles, como aquél que denominan Miguel, el jefe de los ángeles, el defensor de la humanidad, que levantó su espada contra la maldad que se hizo pasar por Dios, y la venció.

Uso la analogía porque Venezuela se ha convertido en un pueblo de mártires y de resignados, santurrones devotos que le hincan la rodilla a la maldad del Tribunal Supremo de Justicia y le ruegan un pronunciamiento compasivo, le suplican piedad.

¡Ya basta! Levantemos la espada de la verdad, emulemos la fuerza espiritual de nuestros arcángeles rebeldes, los estudiantes, e impidamos que Maduro y sus babosos verdugos decapiten a Venezuela.

No dejemos solos a los estudiantes. Pronunciémonos, rebelémonos contra la pasividad suicida, seamos críticos, no formemos parte de los espectadores que aguardan la caída de nuestra nación para reaccionar. Es la hora de la conciencia, del libre pensamiento, de la verdad.

Es la hora de cada venezolano. Es nuestra hora.

Estamos a tiempo.