La verdad me resultó medio estrambótica la noticia de que el SEBIN había detenido a un poeta venezolano al momento de llegar a Maiquetía. Y más insólito aún cuando la información ampliaba que se trataba del autor de Piel negada, un poemario erótico que data del año pasado. «El comunismo es la negación del placer. Debe ser por eso que lo quieren meter preso», lancé mi chiste malo vía Twitter.
Porque para el comunismo es malo ser rico, cuando ser rico es riquísimo. En el comunismo a la cubana, nuestro ejemplo más cercano, todos debemos pensar lo mismo, callarnos si pensamos distinto, pelar bolas en igualdad de condiciones, «sapear» al vecino si tiene un kilo de carne más que yo y meternos a prostitutas para redondearnos los frijoles porque la miseria que ganamos no alcanza. En el comunismo, la negación del placer incluye poder aspirar a un mejor sueldo, ascender a una posición acorde a la capacidad de trabajo de cada quien, a su dedicación e incluso a su genialidad, como bien lo narra el escritor cubano Leonardo Padura en esa pieza maestra de «vivir en socialismo» que es su novela El hombre que amaba a los perros, donde describe cómo lo ha maltratado el régimen porque se negó (y se sigue negando porque vive allá) a dedicar su trabajo a jalarle bolas a los ancianos Castro. Casualmente en el comunismo a la cubana encarcelaron al poeta Heberto Padilla porque hizo un recital de poesía y leyó Provocaciones, libro que al régimen le pareció subversivo y, por si fuera poco, a los 40 días de estar en prisión, lo obligaron a escribir su famosa Autocrítica, donde se arrepentía de sus ataques al proceso revolucionario señalando que todo había sido producto de su ego. Es decir, que en el comunismo, el único ego permitido es el del Comandante.
Me recordaba de todo esto las cinco horas que mantuvo el SEBIN detenido al poeta erótico, imaginando que el comunismo a la cubana ya se estaba entronizando velozmente en el país, cuando descubro que el detenido es Gustavo Tovar-Arroyo, un joven abogado defensor de los Derechos Humanos, quien define su libro, Piel negada, como una respuesta al aniquilamiento mutuo venezolano.
Pero aquí faltaba un detallazo: Gustavo Arroyo está buenísmo. Es buenmozazo, un papachongo grandote, del tipo esguañingao, asunto que, dicen las malas lenguas, puso a más de una chavista a delirar tras sus piernones. Era la comidilla por allá en el 2006, que más de una seguidora del proceso (luego ex chavistas, ahora parece que son chavistas otra vez), lo acosaban sexual y permanentemente. Y ocurre que varios de sus poemas eróticos de Piel negada, van dirigidos a varias de ellas: «Te Invito hazlo disipemos rabias Olvidemos la sangre derramada por tu Comandante Consagrémonos en la alcoba como una iglesia Hagamos de la cópula nuestro sacramento Nuestro silogismo de perdón mutuo…» Claro, Gustavo lo escribió tipo metáfora. Y posiblemente las chavistas no entendieron que el coito entre las dos Venezuela al que él las invita es sólo una imagen, un ejercicio al placer de reencontrarnos, una manera de decir que podemos jamonearnos de nuevo sin que medien botas, pistolas, charreteras ni guardaespaldas entre Montescos y Capuletos.
Les tomó cinco horas a los funcionarios del SEBIN descifrar por qué lo detenían y otro rato más averiguar por qué debían dejarlo libre.