Otro espíritu marcado con las heridas de su tiempo
Pese a la mordacidad de mis críticas, he intentado ser lo más constructivo que he podido con mis pronunciamientos. No he sido ni soy un opinador de poltrona ni grada, no ando en pantuflas, de tanto marchar me he quedado descalzo. Los ataques permanentes del chavismo contra mí, la confiscación de mis bienes, la persecución, el encarcelamiento y tortura de mis compañeros, el cruel asesinato de algunos de ellos, son puñaladas conocidas que marcan mi espíritu con las heridas de nuestro tiempo. Las heridas son visibles porque he luchado por Venezuela, lo seguiré haciendo mientras mi aliento empañe una lámina de vidrio. No hay descanso ni lo habrá hasta la libertad. Soy crítico porque me lo gané en el camposanto, no chismeando histéricamente en esa bazofia que es El Universal. No sonrío imbecilidades. No tengo ánimo.
Hay de todo en la viña del señor, que otros sonrían el desastre, yo no.
Dichosos los que creen en el dolor venezolano sin verlo
Como venezolano, es difícil, muy difícil, que acepte que un extranjero me dé lecciones morales. Ni el Papa ni Shannon ni Zapatero, a quienes respeto en su dignidad y a quienes agradezco su buena voluntad en cuanto al horror que padecemos en Venezuela
Pero los problemas venezolanos deben ser resueltos por venezolanos. Cada vez que los hemos puesto en manos de terceros las consecuencias han sido devastadoras. Y el problema básico de Venezuela es el chavismo, su régimen criminal, tiránico y violador flagrante de los derechos humanos, aliado al narcotráfico, cuyo cinismo y corrupción han causado una inconsolable crisis humanitaria. Crisis que es una llaga abierta en el cuerpo de la nación.
Si no lo creen -porque no lo ven- acerquen sus dedos a nuestras manos heridas, incrusten sus dorados anillos en los agujeros que han causado los clavos de la opresión chavista en las palmas limosneras de nuestro pueblo hambriento, hundan su mano en el costado de nuestras costillas desgarradas, toquen nuestro sufrimiento histórico, sientan un corazón que se desangra, y creané, crean si les da la gana, pero no impidan que el pueblo luche por su libertad.
En Venezuela no habrá dicha para los incrédulos ni siquiera para los crédulos, habrá dicha para quienes luchen para liberarse del chavismo, que es el más logrado fariseísmo de nuestro tiempo.
Cristo frente a los mercaderes del templo; los venezolanos seguimos su ejemplo.
¿El diálogo?
Ojalá esté equivocado, juro que -con humildad- pediré disculpas públicas si lo estoy, pero el enésimo diálogo planteado por la tiranía chavista con la Mesa de la Unidad (MUD) será un nuevo y tristísimo fiasco, otro más. El chavismo no va a rectificar, no lo hará ni el 11 de noviembre ni nunca. Son unos narcotraficantes -¿mercaderes del templo?- que lograron secuestrar el poder y no lo liberarán jamás si no los desafiamos y enfrentamos como venezolanos, no como santos.
Nuestra lucha -eso sí- es espiritual, ciudadana y pacífica, no ideológica, por valores y principios democráticos. La €œbuena nueva€ es una Venezuela más humana y más libre.
¿Pecamos?
Tenga piedad de nosotros
No puede ser, es incomprensible, un bochorno histórico y una traición a nuestro gentilicio e independencia, que nuestro país sea controlado por los cubanos, por el Vaticano, por los norteamericanos o por los españoles.
Conocemos de sobra la calidad histórica de chupasangre de los Castro, esos parásitos, y su perversa intención de adueñarse de nuestro país (que lograron con el chavismo), pero no dudamos de la buena fe del Papa ni de Thomas Shannon (no puedo decir lo mismo del súbdito Borbón, Zapatero), cuyo interés pareciera ser el evitar una peor escalada de nuestra crisis. A ellos se agradece su gesto. Pero del Papa Francisco, en particular, esperamos menos lecciones políticas y más guía moral y cristianismo, más caridad y bondad, menos ideología.
De ideología y socialismo pueden hablar las heridas de nuestro pueblo, insisto, representante de Cristo en la Tierra, Papa Francisco, toque nuestra llagas, hurgue con sus dedos en ellas, incruste su mano en nuestro costado si no cree y escuché el dolor de un pueblo que sufre. Póngase del lado de los oprimidos. Saque a patadas a los mercaderes del narcotráfico y la corrupción de nuestro templo. Ayúdenos, tenga piedad de nosotros.
Es el año de la misericordia, muéstrela.
Ni Revocatorio ni juicio político ni nada
Por razones obvias entiendo que la marcha a Miraflores pudiera haberse suspendido en el marco del diálogo, lo que no entiendo ni entenderé es que se haya suspendido un juicio político (popular) a la tiranía chavista y la ruta democrática (electoral) que nos habíamos trazado porque el Papa así lo dispuso. Eso, insisto, como venezolanos es inaceptable.
¿Quiénes son los representantes del pueblo soberano e independiente de Venezuela? ¿Los diputados o el Papa? ¿Somos una república o una iglesia? ¿Por quién voto nuestro pueblo?
Pese a las profundas desavenencias y diferencias de criterio, pese a que pienso que el diálogo será un nuevo fiasco (ojalá me equivoqué, pero estoy seguro que lo que lo inició: el Revocatorio, no lo aceptará la tiranía) creo en la unidad. Pero no sólo en una unidad que libere a Venezuela de la peste chavista, sino una unidad que recupere la soberanía venezolana y el honor patrio.
Una unidad tricolor que dignifique a la bellísima palabra: Venezuela. A ti y a mí, como venezolanos.
Esa es la unidad anhelada, no la de Judas.
Amarillo, azul y rojo, destrozado
Hay que recuperar y hondear con orgullo nuestra bandera aunque el chavismo la haya destrozado promulgando un pasmoso decreto que prohíbe su uso.
Sabemos que el amarillo de nuestras riquezas ha sido asaltado por la corrupción narcochavista y por la voracidad castrista, sabemos que el azul de nuestros cielos y nuestros mares han sido testigos inconsolables de la huída de millones de venezolanos, pero también sabemos que el rojo de la sangre derramada por nuestros libertadores no fue en vano, nos dio nombre y nos entraña, somos venezolanos por ellos. No traicionemos su memoria.
El pueblo de Venezuela, esa constelación de estrellas que signan nuestro tricolor, grita con brío por un cambio. No abandonemos la gloria de su bravura ni su eterno brillo. No más injerencia ni yugo. No más cobardía ni vil egoísmo. No más bandera destrozada.
No másé