€œLas tumbas son pa€™ los muertos y de muerto no tengo nada.€
Ismael Rivera
La resurrección del militar
Hay un secreto que no revelaré -por ahora- sobre las razones reales por las cuales el aritmético tontín de González López me maldice. No las puedo revelar en esta entrega porque la harán película.
Lo único que puedo adelantar es que me vi involucrado en la resurrección de uno de los más codiciados muertos del chavismo. Sí, el poeta -inconcluso para unos, vulgar para otros- levantó de €œla tumba€ a uno que yacía enterrado en la cárcel blanca.
Está libre y su libertad ha liberado a muchos otros, sobre todo ha liberado a la Verdad de las pesadas cadenas que impone la mentira.
El militar ha resucitado.
El escape del siglo
Esa resurrección, que en el lenguaje carcelario suelen llamar €œescape€, representó uno de los golpes más decisivos que ha recibido el malandraje chavista en la era de pudrimiento madurista. No se conoce públicamente nuestro secreto, pero se conocerá. Cuando se devele, estoy seguro, se entenderá porque insisto tanto en manifestar respeto y confianza por el militar venezolano.
Hay militares que todavía luchan por liberarnos. Los hay, confíen, los hay. Y muchos.
Yo los conozco.
La sublevación y el lanzallamas
No me mal interpreten. No todos los militares son apreciables. También los hay, aunque sean minoría, quienes merecen nuestros más abyectos sentimientos y abominaciones.
Diosdi Cabello o González López, por ejemplo, son del tipo militar que más abomino y detesto junto a otros infames como Néstor Reverol y Vladimir Padrino.
Su corrupción, su inabarcable cinismo, pero en especial el que hayan convertido a nuestras Fuerzas Armadas en un cartel de narcotráfico, me indigna y llama a la sublevación, misma que ejerzo lanzando ráfagas de fuego verbal con mi lanzallamas metafórico
Incendio que es el que más calcina porque no desfigura el cuerpo, sino el alma.
No tienen salvación
Es importante destacar que el narcochavismo es minoría, y sucumbirá. No tienen salvación. Su pudrición será extirpada por la sublevación de la mayoría. Lanzallamas de virtud y honor, de dignidad militar, caerán sobre ellos.
Un síntoma inequívoco de su caída es la guerra que se ha suscitado entre los carteles de la droga más emblemáticos: el de los Flores (representado por el narcotío, la narcotía y la pandilla de narcosobrinos) y el de los Soles (representado por Reverol, Diosdi y otros). Su alianza de última hora busca evitar que un lanzallamas de democracia, el Revocatorio, se imponga.
No lo lograrán. La mayoría militar se unirá a la mayoría de todas la mayorías: la del pueblo.
Venezuela escapará de la tumba chavista.
A limpiar pocetas, por ahoraé
Cuando Cabra Loca, alias Nicolás Maduro, humilló a González López destituyéndolo sin siquiera mencionarlo me causó lástima. Sí, mucha lástima. No porque el aritmético tontín se fuese a quedar sin trabajo, no; por ahora seguirá limpiando las pocetas de la mítica quinta Michoacán (casa que me robó a mano armada). Me causó lástima porque después de haber asesinado a muchos de sus aliados criminales, los familiares de éstos, que no perdonan traición, lo perseguirán hasta debajo de las piedras. No podrá esconderse del narcochavismo.
Su mejor opción, claro después de limpiar mis pocetas, es entregarse a las autoridades norteamericanas y permanecer en la cárcel mientras esto acaba.
Que será pronto.
La patada
Reverol pateó del puesto a González López, quien se incendiaria en su propia vergí¼enza por haber encarcelado, torturado y asesinado a muchos venezolanos inocentes. Pero el problema no es que el aritmético tontín se avergí¼ence o que se calcine en la hoguera de su propio pánico, el problema radica en que quien lo sustituye (Reverol) está acusado de narcotraficante y actuará como tal.
Los peores tiempos están por venir. No hay forma de que lo evitemos. Miento: sí la hay, y consiste en que articulemos todas las mayorías posibles: civiles, militares y políticos, para que unidos, a través del Revocatorio o sin él, tomemos las calles de la virtud y el honor, y como un bravo pueblo hagamos historia.
Y sublevarnos. Y escapar de la podrición madurista. Y lanzar llamaradas de dignidad.
Y resucitar de la tumba chavista.
Y ser Venezuela.