El chicharrón semanal
No soy una figura pública conocida en el psiquiátrico político venezolano. Nunca lo he sido ni lo seré. Aunque lo único que hago en mi exilio es pensar en mi país, estoy fuera de su centro –soy un excéntrico–, vivo frente al mar, lejos, muy lejos, del horror que se vive en mi auténtica orilla: Venezuela.
Ser un marginal del pandemonio criollo, no obstante, no impide que afilemos el hacha verbal y tajemos algunos disparates de nuestra estrambótica realidad, los rebanemos en pedacitos, los friamos y se los presentemos como chicharrón picante semana a semana para que en medio del caótico espectáculo nacional se lo zampen como bocadillo. No es dulce, pero a veces es comestible.
No sé si éste lo será.
Lo inmasticable
Reconozco que ciertos trozos de nuestra realidad resultan indigeribles e indigestos. Por más qué uno se esmere en adobarlos con sensibilidad y en presentarlos apeteciblemente para ser saboreados, siempre quedamos insatisfechos, sale un pelo chamuscado en el chicharrón y nos arqueamos del asco.
Esta semana volvió a ocurrir. A Tareck El Aissami, el gobierno de los Estados Unidos lo sanciona y hasta le confisca su incalculable fortuna por corrupto y narcotraficante, y el diputado Stalin González, jefe de la bancada opositora, sale en su defensa y lo exculpa. Pide pruebas –¿más?– de que su amigo es un criminal, no le basta con la ruina sociopolítica de Venezuela. Insólito.
Nos gustaría escuchar a Stalin –esto es personal– levantar la voz con la misma vehemencia en defensa de quien fue su compañero generacional de lucha, Yon Goicoechea. No entendemos por qué no lo hace.
Inmasticable chicharrón.
El espejismo
Hay peores realidades, tan raras e incomprensibles que uno empieza a dudar de su propio criterio gustativo y de su propia conciencia crítica: ¿serán espejismos motivados por nuestra hambruna de esperanza?
Por ejemplo, la celebrada foto de Lilian Tintori junto al presidente Donald Trump, que le dio reconocimiento universal y fuerza moral al activismo democrático venezolano, para Diosdi Cabello se trató de una “falsificación” (¿photoshop?) pese a que fue el propio Trump quien la publicó. Según el cerdito refunfuñón, Tintori no estuvo con el presidente de la democracia más sobresaliente de las Américas y de la mayor superpotencia mundial, según él –muerto de la envidia– fue un montaje. ¿En serio?
¿La belleza espiritual, la fortaleza moral y el amor transparente de Lilian por Leopoldo López tienen a Diosdi tan ofuscado y loco?
La realidad cruje apetecible.
Lo amargo
Fui un crítico acérrimo de Donald Trump durante la campaña electoral, pero al final el magnate –cuyo santo y seña es su peinado de fuego disecado– ganó la contienda. Sí, la ganó. Gústeme o no me guste. Esa fue la amarga realidad. Decidí darle un voto de confianza a su gobierno porque sólo un demente –no soy chavista– puede apostar al fracaso de los Estados Unidos.
He seguido con supremo cuidado sus actos de gobierno, unos me han parecido nefastos (la prohibición migratoria), otros muy buenos (la selección de Neil Gorsuch como nuevo miembro de la Corte Suprema de Justicia, sus textos jurídicos los he leído con fruición en el pasado).
El espaldarazo de Trump a la lucha por la libertad en Venezuela no sólo es absolutamente encomiable, es reivindicador. Tenemos que agradecerlo con humildad. No olvidemos que el último acto del anterior gobierno –pese al agrado que sentíamos por él– fue empujar a la oposición venezolana al abismo del diálogo de la mano de un narcotraficante como El Aissami. Ese chicharrón amargo de realidad nos lo tuvimos que comer.
¿Nos gustó?
Lo putrefacto
Sin moral ni luz intelectual, obviamente en Venezuela se impuso el oscurantismo chavista. Recordemos que muchos de los doños académicos que hoy se histerizan por una foto con el presidente de los Estados Unidos, ayer se babeaban y le rendían pleitesía al dictador Fidel Castro. A su modo, fueron precursores de nuestra ruina.
En sus santuarios mediocres son los insignes recoge latas del pensamiento latinoamericano, elocuentes escritores de baño público, tratadistas de lagaña y baba en el cabaret de los despreciados, no tienen la más remota idea de lo que dicen, son luz de neón estropeada en la oscuridad chavista, patéticos. En gran medida, por su ebriedad de juicio y su tambaleante conciencia, estamos donde estamos.
Chávez se los devoró, fueron un aperitivo fácil de comer en la gran comilona nacional.
Lo deleitable
La mujer venezolana lleva en su vientre –preñada– la esperanza de la nueva Venezuela. Seguimos su rastro con asombro.
Lilian Tintori, Mitzy Capriles, Idania Chirinos, Nitu Pérez, María Corina Machado, Thays Peñalver, Tamara Suju, conforman una larga lista de admiración cuyos puntos suspensivos son estrellas que iluminan el firmamento de nuestra historia.
La misoginia de los histéricos doños académicos y su afectado afán por vanagloriar su necedad frente al espejo (como todo chavista) les impide admirar la fuerza política y creativa de la mujer venezolana. Son, los doños académicos, mendigos de su luz. Alguna de nuestras valerosas luchadoras debería ofrecerles alpiste para que los doños sacien su hambre de atención.
Lo único deleitable de nuestra devastadora realidad es el ejemplo que la mujer venezolana está dando.
Vaya a ellas nuestro agradecimiento y respeto.
Postdata reflexiva híper realista
Ser figura de oposición y tener la oportunidad de conversar con el presidente de un país es dificilísimo. No se imaginan cuánto.
Lilian por pura convicción y amor ha logrado conversar, entre otros, con el Papa, con los presidentes de Argentina, Brasil, Perú, España, Paraguay, Colombia, Chile, Estados Unidos, con senadores, diputados de casi todos los países de Europa y América, con el Alto Comisionado de los Derechos Humanos, con varios Nobel de la Paz y de Literatura; con ex presidentes, activistas, artistas, poetas y músicos; y con todo aquél que ella consideró oportuno para que conociera una trágica híper realidad: la narco dictadura de Venezuela.
¿Será que en el manicomio venezolano alguien es capaz de entender y admirar semejante proeza? Yo sí y sé que la mayoría de nuestro pueblo también, incluso a pesar de la demencia criminal del chavismo y de la histeria hambrienta de los doños académicos.
Los sabores de la realidad cambian.
¿Lo sienten?