La patria eres túé
La patria eres túé

La patria eres túé

€œPatria son tantas cosas bellas€

Rubén Blades

 

Las bases políticas del desprecio

Hugo Chávez en vida cacheteó, pisoteó, amordazó y torturó a Venezuela; para que no quedará ninguna duda sobre su monumental coñaza a la patria -y como burla póstuma- nos legó a Nicolás, su amado.

 

Chávez era un cínico, siempre lo fue. Despreciaba a la patria, su rencor era superior a cualquier sentimiento noble que alguna vez pudo tener por ella.

 

He pensado mucho en él a raíz del €œdiálogo€. Ver conversar a la cuarta y a la quinta repúblicas, verlas abrazarse, entenderse, pactar, negociar, me resultó muy didáctico. Lo comprendí todo.

 

Lo cierto es que si el diálogo funcionara el chavismo dejaría de ser chavismo, por eso fracasará sin lugar a duda: está fundado sobre las bases políticas del desprecio.

 

El insulto de Aveledo

Cuando la semana pasada Ramón Guillermo Aveledo insultó al director del Foro Penal, Alfredo Romero, cuyo heroico esfuerzo no ha sido otro sino atender a las miles de víctimas venezolanas del ultraje chavista, a los heridos, a los torturados, a los encarcelados, a los muertos, comprendí ingratamente que el desprecio no es un sentimiento exclusivo del chavismo.

 

El desprecio político es venezolano, está en todas partes, es una peste.

 

Uno no sabe qué papel cumple Aveledo a estas alturas, a quién representa, cuál es su función, quién le atribuye el privilegio del insulto o, algo más elemental, donde cobra quince y último. Uno no entiende mucho, uno está desconcertado.

 

Sabemos, sí, sin mezquindades, que cumplió un encomiable trabajo en su momento, que sobrellevó muy bien el compromiso unitario de las primarias (con todas las dificultades que ello significó y significa), que respaldó institucionalmente las sendas campañas presidenciales de Henrique Capriles y que intentó, a su modo, mantener la plural unidad opositora.

 

Pero ahora ¿qué hace? ¿Insultar a quiénes han ofrecido lo mejor de sí para defender la dignidad de los venezolanos que claman libertad, justicia y democracia en las calles?

 

Los logros del Foro Penal son diametralmente distintos a los fracasos de la Mesa de la Unidad (los electorales han sido los más graves e irresolutos). Mientras el Foro Penal ha unido a Venezuela en un sentimiento de fraternidad y de justicia, la MUD ha hecho trizas la unidad política de la oposición con su permanente desprecio a los estudiantes, a los líderes opositores rebeldes, a la digna lucha de los venezolanos en las calles y ahora hasta a sus defensores de derechos humanos.

 

Generalizo cuando inculpo a la Mesa de la Unidad en bloque, no son todos, son algunos: su cogollo, herederos infalibles e imperturbables de las prácticas de la cuarta república, la misma que causó el desastroso advenimiento de Chávez al poder (no puedo dejar de pensar en el desprecio de Caldera por la democracia y la justicia) y que a través del diálogo, de los pactos y las negociaciones con el régimen se resiste a morir.

 

¿Van viendo hacia dónde va este suelto?

 

Maduro admira a Ramos Allup

Le guardo cierta simpatía intelectual a Ramos Allup, simpatía que no me impide observar el daño que le ha causado a uno de los partidos políticos más importantes de la historia latinoamericana: Acción Democrática (AD).

 

AD es hoy como Pompeya, una calcinación, una reliquia. Uno transita el partido como quien deambula entre escombros. No digo que Ramos Allup sea el Vesubio adeco, pero sí creo que su incapacidad para organizar, su falta de visión y su mezquindad al impedir el surgimiento de líderes emergentes, han hundido al partido blanco en el desprecio.

 

Otra vez la palabra recurrente, la palabra peste en la cuarta y en la quinta republicas: el desprecio.

 

Maduro admira a Ramos Allup, al menos eso dijo. No sabemos si admira el sabio uso que hace del secador de pelo (destreza que los identifica, por cierto); o su capacidad para parlotear de modo peculiar e ilustrado sin ningún resultado práctico (Ramos es un extraordinario tribuno, ¿quién lo duda?); o su volcánico genio para demoler todo a su alrededor, incluso a AD el partido de Betancourt, Gallegos o Andrés Eloy.

 

Lo que sabemos es que ambos, en su estéril diálogo, nos mostraron el porqué Venezuela está tan acoñaseada: por el desprecio unívoco que sienten ambos, que los une, que los hermana, ante la esplendorosa voz de libertad de los mártires que gritan: ¡Bandera, bandera, bandera!

 

Capriles dice que los extremos se necesitan y se retroalimentan. Bueno, ahí los tuvo sentaditos junto a él: los extremistas políticos del desprecio, esa peste.

 

Patria son tantas cosas bellas

El 12 de febrero de 2014, doscientos años después de la heroica rebelión popular de 1814 (liderada por los jóvenes de entonces como ahora), el €œaprecio€ se rebeló, está en la calle.

 

Aprecio por la dignidad venezolana antes que nada, aprecio por la libertad y por la justicia (el Foro Penal a la vanguardia), aprecio por la fraternidad y la igualdad de nuestro pueblo, aprecio por la soberanía y la democracia, aprecio por la valentía y el coraje, aprecio por el venezolano y por lo venezolano, aprecio, mucho aprecio, por la patria Venezuela.

 

No todo está perdido. La dignidad crece, es mayoría. Mientras exista un venezolano digno, habrá patria. Tú eres ese venezolano y venezolana digna, tú eres esa dignidad rebelde, tú eres la patria que se rebela.

 

A coro con Rubén Blades te digo con el alma en la garganta: €œFlor de barrio, hermanita, hermanito, ¡patria son tantas cosas bellas! Como aquel viejo árbol del que nos habla el poema, como el cariño que guardas después de muerta la abuela, son las paredes de un barrio, es su esperanza morena. Es lo que se lleva en el alma cuando uno se aleja. Son los mártires que gritan: ¡Bandera, bandera, bandera! No memorices lecciones de dictaduras o encierros, la patria no la definen los que suprimen a un pueblo. La patria es un sentimiento como mirada de viejo, sol de eterna primavera, risa de hermanita nueva: La patria son tantas cosas bellas.€

 

La patria eres tú, porque tú eres esa belleza llamada Venezuela.

 

No te canses: ¡lucha!