La aurora venezolana
La aurora venezolana

La aurora venezolana

A Leopoldo y a Lilian

€œQue mi encarcelamiento sirva para el despertar del pueblo€

Leopoldo López Mendoza

La larga noche chavista y sus balas largas

Lo hemos dicho hasta el cansancio y lo repetiremos hasta la nausea: el chavismo emanó su oscuridad desde la noche del 4 de febrero de 1992 acribillando a centenares de venezolanos por la espalda e intentará darle permanencia a su dictadura usando sus balas largas. Lo estamos viendo.

Los golpistas del 4 de febrero y del 27 de noviembre son asesinos en serie que llegaron al poder y en él permanecen derramando sangre venezolana sin piedad. ¿O no?

Su presencia ha sido oscura, una larga noche para nuestra memoria histórica con sus estruendosas y largas balaceras. Con ellos la muerte se desató, y el caos, la corrupción y la barbarie se convirtieron en metodología.

Chávez funcionaba como un €œpran€, era su mentalidad, su estilo, logró transformar a Venezuela en una cárcel bajo su dominio.

Narcotráfico, vulgaridad, crueldad, violencia, caciquismo y corrupción, son las características más evidentes de sus herederos y oficiantes: Maduro, Cabello, Ameliach, Rodríguez Torres, Rodríguez Chacín, Rangel Silva, Alcalá Cordones, etc.

Hay que salir de ellos, hay que hacerlo rápido y sin prejuicios, de lo contrario seremos los decapitados, mutilados, incendiados y violados de la cárcel chavista.

¿Quieres ser un preso en tu propia nación? Los estudiantes y algunos líderes políticos han levantado la voz, han dicho: ¡No!

¿Y tú? ¿Esperarás a las próximas €œelecciones€ para ofrecerle al CNE de la hiena de dos patas, Jorge Rodríguez, tu respuesta?

La aurora venezolana

A diferencia de las revoluciones de colores y de terciopelo en la Europa del Este o de la primavera árabe, en Venezuela encarnamos un despertar, una aurora, no salimos del frío, salimos de la larga noche chavista, sus balaceras y sus tinieblas corruptas.

Despertamos con dificultad, pero despertamos (aunque algunos permanecen dormiditos y quietitos; nunca despertarán).

Los estudiantes han pegado un grito histórico y han cimbrado las entrañas de nuestra sociedad, tienen hambre de libertad. Han iniciado el camino de la rebelión popular. No hay vuelta atrás, la libertad es el destino.

Hemos cambiado, Venezuela ha cambiado, sí, con la furia libertaria estudiantil todo ha cambiado: amanece, amanecemos, nuestra rebeldía forma un rayo de luz que encandila a la tiranía, la ciega. Unidos somos, en nuestro despertar iluminado y brillante, la aurora venezolana. 

El desafío es recuperar la libertad, liberarnos de Cuba y desterrar la larga noche chavista. Para lograrlo necesitamos un esfuerzo mancomunado y unívoco, necesitamos unidad de criterio y de destino.

Y el destino lo defines tú y la fuerza espiritual (organizada) que le impongas a este momento. No te canses, quien se cansa pierde y los que queremos libertad no nos cansamos nunca.

Nunca.

Leopoldo López: el líder moral del amanecer venezolano

Había que recuperar la moral, había que mostrar que las rejas son incapaces de encarcelar nuestros sueños, había que transitar el terreno fangoso de la humillación y había que caminar erguidos, dignos, el camino de la libertad, sin miedos ni excusas: había que hacer historia y Leopoldo López la hizo con conciencia.

Difícil decisión, pero necesaria y urgida para una nación asolada por la comodidad, el miedo, el chantaje y el materialismo; para una nación sumida en una larga tiniebla sangrienta.

Leopoldo enfrentó al régimen con nobleza de espíritu y sembró en el alma de los venezolanos -de Venezuela- su bravura, recuperó la dignidad y mostró el camino de la libertad. Se rebeló a la oscura noche chavista y alzó alto, muy alto, la antorcha lúcida de la fuerza moral. Lo han apresado intentando poner en la fría y oscura celda de la ignominia nuestro honor. Hay que liberarlo.
Su valor y coraje, el de Leopoldo, sigue la larga tradición civilizadora de los grandes históricos del siglo XX: Gandhi, Luther King, Mandela, Walesa, Suu Kyi o Xiaobo, que fueron encarcelados por sus ideas, por sus sueños de libertad, por su indoblegable espíritu humanista.

Muchos se han sentido confundidos y huérfanos después de aquella aprehensión, no han comprendido la hondura del mensaje: para que el pueblo de Venezuela se levante se requiere que cada uno de nosotros amanezca, sea antorcha de libertad, y juntos: fogata, y juntos: volcán.

Si no lo hacemos seremos una nación que le hinca la rodilla a Cuba; si no lo hacemos, seremos los pordioseros de Fidel Castro: seremos nada.

Seremos nada.

El rumbo y la organización

No sólo enfrentamos a los asesinos del 4 de febrero y su sistema caótico y sangriento, enfrentamos algo peor: el desdén timorato y alucinado de muchos opositores quienes como mulas cansadas y cómodas pacen en las colinas y pastizales de su propia mediocridad, esperando que Dios haga por ellos lo que ellos no han sido capaces de hacer por sí mismos.

El alzamiento civil y noviolento de los estudiantes -otra vez los estudiantes, siempre los estudiantes- esas llamas vivas de libertad, ha estremecido a la nación y al mundo con sus protestas. Han desnudado al régimen y han dejado a la dictadura en pelotas. Ya nadie, ni siquiera la más recalcitrante izquierda, apoya a Maduro y su despelote de sangre.

Ahora hay que dar rumbo a la rebelión popular, organizarla. De las manifestaciones inorgánicas (guarimbas) debemos pasar a la toma noviolenta de los poderes públicos (TSJ, AN, CNE, Miraflores y Fiscalía), activar el mecanismo constitucional del 350 y establecer una transición plural (cívico-militar) que guíe hacia unas nuevas elecciones transparentes y justas; consolide la democracia, saque a patadas al ejercito cubano (sí, a patadas) y nos devuelva la soberanía y la libertad.

Las Fuerzas Armadas deben, por obligación constitucional y pese a las fisuras internas, garantizar este difícil proceso de recuperación de la soberanía, del hilo constitucional, de la seguridad del pueblo y de la libertad en Venezuela. Es su obligación, su misión, su razón de ser. Si no lo hacen, no sirven para nada, serán la vergí¼enza de nuestra historia. Llegó el momento, su momento.

No será fácil, nunca un proceso de estas características lo ha sido, pero sí ha sido posible. Decenas de ejemplos en el mundo lo demuestran y Venezuela no debe ser la excepción. Para conseguir la paz, la soberanía, la justicia y la libertad, estamos obligados a triunfar. No tenemos opción.

Si lo logramos finalizará la oscuridad chavista y se consolidará la aurora venezolana. Veo los jóvenes en la calle y siento la estética del amanecer, los fulgorosos rayos de luz de la libertad en el horizonte.

Y tú, militar venezolano, ¿eres noche o eres aurora en esta hora crítica?

¿Eres luz o eres nada?