El circo o la rebelión
El circo o la rebelión

El circo o la rebelión

El Poeta

La dulzura es la más bellas de las valentías y en un país donde algunos de sus políticos han claudicado sus corajes, un poeta debe usar su dulce voz para reivindicarla.

 

Un poeta, como su pueblo, siente. Sí, siente e intenta expresar ese sentimiento con unas palabras que ansía logren adornar sus iras o sus amores.

Dije «adornar» porque estoy consciente de que la arrechera popular no tiene adornos, no puede tenerlos, está ahí en el centro de nuestro pecho, palpita, suda, nos hace temblar y nos asfixia sin decorados.

Perdonen la insistencia rítmica -e hiperbólica- pero debo encarecer este punto poético: la arrechera popular está en la calle sin decorados, hace largas colas, suda, tiembla, se esconde para no ser víctima de un crimen, llora sus muertos, mientras la momificación se sienta a debatir sobre la Nada con la perversión -ambas acomodadas, regordetas y pulcras- durante largas horas, no en una larga fila parados ni acalorados, sino sentados y con aire acondicionado. Además con el descaro unánime de televisar su burda hipocresía.

Claro, para ellos «el show debe continuar» como dijo el sátrapa embalsamado, Hugo Chávez Frías mientras Venezuela ardía en llamas.

 

El circo

En Venezuela, nuestros tiranos y sus comparsas no sólo han perdido sensibilidad, también han perdido el buen gusto.

Se sientan sobre una mesa a debatir escalofriantes naderías, apoltronados y circunspectos, como si el país no hubiese vivido quince años de cuchilladas, disparos, golpizas y humillaciones, como si la nación no supiese que este enésimo encuentro de «diálogo», ya no tutelado por Carter o la OEA, sino por ese mojón -en su sentido escatológico- llamado UNASUR y con la bendición de la Santa Sede, no es más que otra manera de sofocar nuestra apocalíptica realidad social, de apaciguar nuestras llamas.

Han escogido el circo como política. Son malabaristas, trapecistas, tragafuegos, domadores y payasos que intentan distraer y marear una inmensa arrechera popular.

Vemos a las vacas cansadas de la MUD meter la cabeza en la boca de la hiena y vanagloriarse por haber salido vivos -pese al gargajo que les cuelga el rostro- de la hazaña.

Hemos visto tanto este circo, hemos presenciado tanto estos malabares y acrobacias, estas payasadas, que nos resulta triste, vergonzoso, inútil, que persistan. Ya no distraen, fastidian. La vergí¼enza es insoportable venga de donde venga.

Hay que rebelarse.

 

La rebelión

Cansada de tanta payasada, malabarismo y circo político, la arrechera popular se ha volcado a las calles de manera nacional y genuina.

No hay domador que pueda subyugar esta fiereza a un tiempo social y poética, no hay malabarista que pueda sortear el salto histórico de la virtud y el honor, no hay payaso que adormezca o haga reír nuestra cólera.

Estamos hartos y nuestro hartazgo lo mostramos sin decorados.

El venezolano ha vuelto a sentir y Ser el glorioso pueblo que el yugo lanzó en las calles; nos hemos rebelado.

Hemos saltado a la arena del circo a enfrentar no sólo al ilegítimo anfitrión y sus hienas, sino también a las vacas cansadas de la política; hemos saltado a la arena a humanizar y civilizar a los cínicos del siglo XXI y mostrar el verdadero rostro de la venezolanidad.

Las estampas de la rebeldía son sublimes: el corazón bravo de Leopoldo López que armado de una fuerza moral sin precedente en este tiempo abraza a una afligida -pero convencida- Lilian mientras se entrega, ovacionado por el siglo, a los tiranos; o María Corina haciendo lidiar su coraje espiritual, su bellísima dignidad, descabezando con la espada de la conciencia a cavernícolas, hienas y bárbaros en la batalla; o enamorados rebeldes que se besan entre la humareda y la refriega antes de enfrentar la perversidad madurista en el camposanto; o hermosas doñas bárbaras que lanzan de vuelta, con estética y arrebato, las lágrimas encapsuladas que arrojan los estúpidos rinocerontes de la Guardia Nacional; o los Negro Primero, Páez, Sucre, Rivas y Urdaneta, de los libros futuros de historia, que se organizan y luchan levantando la bandera tricolor del heroísmo para derrotar el vil egoísmo que una vez triunfo.

Frente a esas estampas sublimes de la rebelión, la bochornosa, regordeta y emperifollada estampa del circo y su debate. Esa patética Venezuela que, frente al espejo, no puede ocultar la obesidad de su cinismo.

Lo reconfortante es que siempre la belleza de los héroes prevalece y se impone frente a las repetidas payasadas.

 

La bella palabra: Venezuela

He decidido buscar, en medio del dolor y la vergí¼enza, en algún lugar muy lejano dentro de mí la bella palabra Venezuela…, y la he encontrado.

He vuelto a sentir inspiración, motivación y orgullo, como venezolano, al ver a los jóvenes y a algunos líderes políticos enfrentarse llenos de virtud y honor a la dictadura. Me he vuelto a sentir un hijo enaltecido de Bolívar mientras lucho junto a ellos por la libertad. Es imbatible, porque se organiza y lucha, nuestra bella rebeldía venezolana.

Un pueblo humillado y domado es un pueblo avasallado frente a la historia. Durante estos años de autocracia y dictadura, la oposición circense nos había conducido a la humillación y al agravio permanente. Al fastidio y al hartazgo.

El debate nos abrió los ojos: el circo es unánime y sus histriones están en ambos bandos. La payasería y el cinismo son repudiables «vengan de donde vengan».

La rebelión popular y poética de 2014 ha comenzado. Ser libres y sensibles, ser venezolanos orgullosos y nos payasos de circo, es un ardor mancomunado, lo llevamos en el alma. No lo distraigamos.

Yo soy eso que tú eres cuando te rebelas y enfrentas a la tiranía y al circo. Yo soy ese palpitar de conciencia que tú eres cuando te rebelas y ridiculizas a los cínicos (vengan de donde vengan). Yo soy eso que tú eres cuando te rebelas y atreves a sentir y a Ser un venezolano dulce, enamorado y valiente que decide luchar por su libertad y su futuro.

El rostro más sublime, valiente y corajudo de Venezuela se presenta en la mirada brillante de sus rebeldes. Sé un rebelde, no un payaso. Ser parte de la rebeldía te reivindica y enaltece frente a la historia. No más circos ni malabares, vengan de donde vengan.

Créeme, tú eres el poeta de la calle, el rebelde de la historia, el héroe de la nueva Independencia: tú eres la bella palabra Venezuela; yo tan sólo expreso con dulzura tu arrechera.

Sigamos…