Pues existir, aquí, significa impedir que Don Nadie nos sumerja para siempre en la Nada.€
Octavio Paz
Ebriedad por una idea
Conocen de sobra mi embriaguez por el pensamiento de Octavio Paz, ebriedad que comparto con ustedes cada vez que puedo en mis entregas con la intención de que nos extraviemos juntos en una borrachera de lucidez crítica.
Sí, en una borrachera, pero de ideas.
Tú y yo, venezolanos, mexicanos, ecuatorianos, colombianosé, latinoamericanos, sintiendo el goce de la fiesta, celebrando a gritos, extasiados, haciendo una locomotora humana no sólo por un mariachi, un tango o una salsa, sino por algo más permanente y constructivo: una idea, o mejor, una razón crítica, porque en el caso de Paz más que ideas recibimos deslumbrantes razonamientos críticos.
El latinoamericano se debe encender no sólo con un canto o un baile pegajoso (que hay que hacerlo, es nuestra esencia), se debe encender con una razón o idea que ilumine su conciencia crítica.
Y las razones e ideas del poeta mexicano son perfectas para ello. Léanlo, me concederán la razón.
Culmino mi homilía y le cedo la palabra al maestro: Octavio Paz.
Don Nadie y Ninguno
€œEs difícil encontrar un tema más provocador que el de la Nada. En cuanto pensamos en él, sentimos la irrefrenable tentación de decir: la nada esé ¿pero es que la nada puede ser algo?
La gente dice de algunos seres que andan por ahí: es un Don Nadie. En Don Nadie la Nada se humaniza, se hace persona. Don Nadie es hueco y vanidoso, mucha fachada y poco fondo, a veces logra ser funcionario o militar.
Don Nadie (como cualquier chavista enchufado, agregado mío) aparece en todas las fotografías de todos los periódicos, concede entrevistas, hace declaraciones. Es un hombre público: su gran panza oculta la Nada que lo habita (como Cabello, Ameliach, Maduro, González López, otra vez agregado mío).
Cerca de Don Nadie se desliza, gris y silencioso, el desdichado Ninguno. Es el pariente pobre, flaco, tímido. Posee una fisonomía borrosa, semisonriente, de perro callejero. No cree que es Ninguno y cree que su verdadero nombre es Francisco, Rubén (Henry, Henrique, Pedro Pablo, Tomás, agregado mío). Su mayor ambición es codearse con Don Nadie.
Ninguno sueña convertirse en Don Nadie, pero todos los €œningunean€, Don Nadie lo aparta de su lado. Lo teme y lo odia porque él también se sabe ninguno.
La ciudad está poblada por tristes €œninguneados€, definitivamente convertidos en silenciosos, inexistentes Ningunos.€
¿Hasta cuándo el ninguneo?
Faltan más o menos 70 días para las elecciones parlamentarias, unas diez semanas, y la oposición, guiada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pese a que es mayoría y a que el clamor social y político está desesperadamente urgiendo un cambio, una salida, no ha logrado conquistar una sola condición electoral justa.
Es insólito.
Piden revisión del Registro Electoral Permanente (REP) y se los niegan, los ningunean. Piden que los recursos y medios estatales no se usen -como prohíbe la ley- para la causa exclusiva de la dictadura y se los niegan, los ningunean. Piden observación internacional calificada para las elecciones y se las niegan, los ningunean.
Uno entiende que estén confiados, la situación es dramática, casi bíblica en cuanto al apocalipsis que se avecina, pero no alzar la voz, no reclamar unas condiciones electorales mínimamente justas es peor que un ninguneo, es un suicidio.
Para cambiar €œel sistema€ corrupto, criminal y violador de los derechos humanos, se necesita ímpetu, rigor y voluntad. El desafío no es ocupar curules y sillas en una pantomima de Asamblea Nacional, el desafío es mayor, mucho mayor, es recuperar la democracia y para hacerlo hay que luchar -no mandar tuiters o dar declaraciones de prensa, luchar- o al menos exigir pública y notoriamente condiciones electorales legítimas.
Hay que rebelarse contra el ninguneo, exigirles a los Ningunos que se movilicen y luchen o Don Nadie hará de Venezuela la Nada.
Votar y movilizar
En dictadura, la movilización nacional -social o política- es muy compleja. El miedo, las represalias, la violencia o las carencias, desmotivan a la población a movilizarse para protestar.
Uno de los grandes dilemas que enfrenta un movimiento liberador noviolento es precisamente ese: la movilización. Cualquier hecho que promueva la movilización nacional es muy preciado como posible detonante de una liberación total, no se desprecian.
El voto es un hecho político que moviliza a nivel nacional a la población. Todo el país está en las calles. Ese factor estratégico es perfecto para transformar una movilización política (el hecho electoral) en una movilización social que toma las calles, se rebela contra la dictadura, toma los poderes públicos (Asamblea, Miraflores, Palacio de Justicia, gobernaciones y alcaldías) y reivindica la democracia.
El pueblo, que es el poder constituyente, toma masivamente el poder constituido (los poderes públicos) y se libera de la tiranía.
Si hay una ocasión perfecta para que los eternos ninguneados y los Ningunos se rebelen es esa.
Todas las dictaduras son fraudulentas, por eso son dictaduras. No es el voto lo que las derroca, es el voto y la movilización social. Si no hay movilización social o amenaza real de movilización, el dictador ni se inmuta.
Hay que votar, sí, pero hay que estar preparados -sin temores como el de Capriles- para reivindicar la victoria con una monumental movilización social.
No hacerlo no será otro ninguneo más, será -insisto- algo peor, mucho peor, será un suicidio nacional.
Por favor, evitémoslo unidos o terminaremos siendo menos que Ninguno.
Seremos Nadaé