Mes: <span>noviembre 2015</span>
Mes: noviembre 2015

Antídoto contra toda matanza chavista

 

Matar, matando…

Nos asesinan, sí, los chavistas nos asesinan.

Desde el 3 de febrero de 1992, Hugo Chávez mostró sus babas hambrientas de sangre venezolana. Nunca dejó de mostrarlas. Esa fue la constante de su desesperación autocrática: la muerte. Asesinarnos, uno tras otro, sea quien sea, matar quirúrgicamente como último recurso retórico, matar moral o físicamente para conservar el poder.

Matar, humillando; matar, persiguiendo la disidencia; matar, encarcelando; matar, torturando; matar, matando, empleando todos sus medios violentos, €œcomo sea€, pero matar para dominar al país.

Han sido años de violencia y muerte, de luto. Nunca antes en la historia republicana venezolana murieron tantos venezolanos a manos de venezolanos. Nunca.

Ese es el principal legado chavista: la sangre derramada de Venezuela.

¿Quién lo niega?

Los chorreados y los hijos de -la palabra- €œputÉ‘€

Dales la vuelta,

cógelas del rabo (chillen, putÉ‘s),

azótalas,

dales azúcar en la boca a las rejegas,

ínflalas, globos, pínchalas,

sórbeles sangre y tuétanos,

sécalas,

cápalas,

písalas, gallo galante,

tuérceles el gaznate, cocinero,

desplúmalas,

destrípalas, toro,

buey, arrástralas,

hazlas, poeta,

haz que se traguen todas sus palabras. 

Octavio Paz

 

 

 

Palabras que cortan

Dicen que soy un poeta, no estoy tan convencido de serlo y en el supuesto negado de merecer semejante distinción sería por causas más primitivas y feroces: mis palabras no embelesan, mis palabras cortan.

No soy un escritor de silencios ni de pausas, tampoco de lamentos, no escondo ni escudo mis corajes con figuraciones de aire. No soy de aire, sangro.

Los tiempos impuestos por la lepra chavista tampoco admiten andarse con eufemismos ni rebuscadas mariqueras. Yo no pierdo mi tiempo, voy al grano, o mejor, hundo mi dedo sin clemencia en las heridas abiertas del chavismo y me regocijo al verlos chillar, retorcerse de ira, doblarse de impotencia y de tristeza ante mis palabras.

Como ocurrirá en este texto.

Cartel de soles o de Flores

¿Cartel de soles o de Flores?

Nicolás Maduro (el €œchunior€), en las borracheras con sus panas, pontifica que Hugo Chávez (el €œchunior€) fue rechazado siempre por su padre porque tenía una incontrolable adicción a las drogas, y uno con suspicacia venezolana se pregunta: en su problema de adicción, ¿a quién le compraría las drogas el hijo del Embalsamado?

¿Al cartel de los Soles o al de los Flores?

La intestina relación que sostenía Cilia Flores con Hugo Chávez (el sátrapa), el uso que hicieron ambos del €œboy toy€ Maduro (el sucesor amado) y el descarado nepotismo de los €œFlores€ en el seno de la narcorevolución indican que la coca más pura, la más deseada, la consumida en La Casona, la propinaba el cartel de los Flores. No hay duda.

De ahí el socialismo nuevo rico en su máxima expresión, los yates, los aviones, las mansiones, pero sobre todo el descaro malparido de esa manada de vagabundos controlando de manera inconcebible todos los poderes públicos de la república, hasta Pdvsa.

Me disculpo por esa muestra de rabia africana que llevo en el pecho, pero si no me pronuncio yo, ¿quién se atreve a denunciarlos como merecen?

No son sólo los €œnarcosobrinos€ es la €œnarcoplaga€ chavista (y sus cómplices) la responsable de nuestra devastación.

 

El buen ladrón venezolano

El primer Santo

A diferencia de lo que muchos saben, el primer Santo vinculado con el catolicismo no fue uno de los apóstoles, ni José ni Juan el Bautista o María, tampoco la Magdalena ni el mejor amigo de Jesús, Lázaro, a quien resucitó de la muerte; el primer Santo fue un ladrón. 

Sí, un ladrón que habiendo sido crucificado junto a Jesús tuvo la conciencia de reprender al otro ladrón crucificado (al malo) por haberse burlado de Cristo en su lecho mortal. 

Según cuenta Lucas en sus memorias de la época, el mal ladrón incriminó a Cristo porque no se salvaba a sí mismo ni los salvaba a ellos (los ladrones). El buen ladrón se irritó con el mal ladrón y en un singular ejercicio de conciencia crítica le recordó que ellos sí eran unos malhechores que merecían ser crucificados, pero que Cristo no merecía semejante castigo: €œí‰l ningún mal hizo€. 

Para el buen ladrón, Jesús era un €œDios condenado€, a quien le rogó en un arrebato de fe que se acordara de él (del buen ladrón) €œcuando llegase a su reino€.

Cristo lo santificó de inmediato: €œTe digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso€, es la primera canonización en vivo y directo de la que se guarde memoria.

El buen ladrón fue humilde y coherente, se arrepintió genuinamente de sus pecados y fue santificado, se ganó el cielo.