Mes: <span>abril 2015</span>
Mes: abril 2015

Luis Vicente León o la trepadora

La trepadora

Los orígenes de la literatura son orientales y no occidentales como mucha gente supone. Pese a las diferentes teorías y sutilezas académicas, hay cierta unidad de criterio que identifica el origen de la literatura con los escritos Vedas de la antigua cultura de la India.

Escritos en sanscrito (lenguaje clásico de la India que significa €œhecho con perfección o bien), los Vedas son la primera expresión humana que aspira, a través del lenguaje escrito, interpretar la relación del hombre con las cosas del espíritu: revelaciones eternas, encarnaciones divinas, éxtasis o rituales que guían hacia el conocimiento y la serenidad interior.

Desde entonces los literatos han sido los grandes interpretes de la civilización, nos revelan con €œperfección€ escrita lo que escapa a nuestra compresión mundana. Cada cultura tiene sus €œinterpretes€ de referencia obligatoria, espíritus especiales capaces de traducirnos y revelarnos -a los seres vulgares y corrientes- la realidad y exponerla de manera tan clara y encarnada que nos facilitan su entendimiento. Sólo necesitan una metáfora, una alusión o un arquetipo para describir a una nación. 

En Venezuela el más excelso de esos espíritus interpretadores de nuestra atropellada realidad mundana fue Rómulo Gallegos. A él le robe el título de esta entrega: La trepadora.

Se lo robé para identificar -literariamente- al más insigne trepador del enredado y espinoso (por hiriente y sangrante) período chavista.

Me refiero al inefable y escurridizo Luis Vicente León.

La apoteosis del bufón

El fin de la guerra fría en América

He hecho un esfuerzo colosal por tratar de leer todo lo que humanamente me fuese posible sobre lo acontecido en la Cumbre de las Américas. 

Artículos, ensayos, entrevistas y comentarios de toda índole. También escuché las presentaciones de todos los presidentes americanos (me calé la del usurpador Maduro) y las exposiciones de las diferentes delegaciones diplomáticas, la magnífica reunión de los ex presidentes y los eventos de la sociedad civil. 

Buscaba -no lo niego- una interpretación que exaltara ante la historia la relevancia real de la Cumbre: el tardío fin de la guerra fría en América. 

No lo conseguí, el despelote panameño, la mediocridad del eje madurista (Kirchner, Correa, Evo y Ortega) y las bufonadas de Nicolás hicieron que la única relevancia pasase desapercibida.

Ni hablar, así somos.

La Cumbre y el tufo de Nicolás

El cupo en dólares y la pestilencia

Nada es normal en Venezuela. Padecemos una auténtica epidemia de demencia. Todos estamos locos. Tú, yo, aquél, aquélla, todos. Incluso los que no tienen vela en nuestro entierro.

Chávez nos convirtió en la sociedad más escandalosamente disparatada y corrupta de todos los siglos. 

Olemos mal, sí, los venezolanos apestamos y ni siquiera nos damos cuenta. El cupo en dólares nos ha hecho aún más apestosos. Los extranjeros que nos observan comprar desaforadamente en los automercados papel higiénico, detergente, jabón, champú y desodorante lo certifican. 

Se preguntan: €œ¿Qué les pasará a nuestros hermanos venezolanos que desde la desaparición física de Chávez y el ascenso de su último amado Nicolás andan todo el día comprando productos para enjabonarse, limpiarse, perfumarse o desintoxicarse?€

Yo tengo una explicación más real que mágica para el fenómeno.

La comparto.

La Venezuela de pinga

Advertencia: sólo para adultos

Los intelectualazos venezolanos se horrorizan con mis palabrotas, se retuercen por mi lenguaje beligerante de arrabal.

No los culpo, de hecho, los entiendo, su insoportable levedad de ser los hace levitar, flotar, en medio de tanta inmundicia chavista. No desean ensuciarse, no quieren sudar, luchar en las calles, ellos prefieren drogarse con el estupefaciente del voto (sin condiciones electorales justas), sin movilización que reivindique la victoria, sin nada que implique arrostrar de frente a la tiranía. 

No son complacientes, tampoco colaboracionistas, son intelectualazos, es decir, histéricas doñas de pizarrón y academia. Viven de espejismos y de tiza. Por eso cuando escuchan una mentada de madre, un insulto, una arrechera salpicar de una garganta, colocan un pañuelito en su nariz y se cubren avergonzados, más bien, horrorizados.

Esta entrega está subida de tono, como lo está el país. No es apta para intelectualazos ni doñas académicas, está inflamada de venezolanidad, es decir de carne y hueso.

Está escrita sólo para adultos, está escrita para ti.