Luis Vicente León o la trepadora
La trepadora
Los orígenes de la literatura son orientales y no occidentales como mucha gente supone. Pese a las diferentes teorías y sutilezas académicas, hay cierta unidad de criterio que identifica el origen de la literatura con los escritos Vedas de la antigua cultura de la India.
Escritos en sanscrito (lenguaje clásico de la India que significa €œhecho con perfección o bien), los Vedas son la primera expresión humana que aspira, a través del lenguaje escrito, interpretar la relación del hombre con las cosas del espíritu: revelaciones eternas, encarnaciones divinas, éxtasis o rituales que guían hacia el conocimiento y la serenidad interior.
Desde entonces los literatos han sido los grandes interpretes de la civilización, nos revelan con €œperfección€ escrita lo que escapa a nuestra compresión mundana. Cada cultura tiene sus €œinterpretes€ de referencia obligatoria, espíritus especiales capaces de traducirnos y revelarnos -a los seres vulgares y corrientes- la realidad y exponerla de manera tan clara y encarnada que nos facilitan su entendimiento. Sólo necesitan una metáfora, una alusión o un arquetipo para describir a una nación.
En Venezuela el más excelso de esos espíritus interpretadores de nuestra atropellada realidad mundana fue Rómulo Gallegos. A él le robe el título de esta entrega: La trepadora.
Se lo robé para identificar -literariamente- al más insigne trepador del enredado y espinoso (por hiriente y sangrante) período chavista.
Me refiero al inefable y escurridizo Luis Vicente León.