Mes: <span>noviembre 2013</span>
Mes: noviembre 2013

El dilema del voto el 8 de diciembre

Crisis existencial del voto

He decidido escribir esta larguísima exhortación después de haber realizado una irregular y poco representativa encuesta entre jóvenes universitarios -no chavistas- sobre su opción de votar o de abstenerse el próximo 8 de diciembre.

 

El resultado es alarmante no sólo porque muestra los niveles de desesperanza y frustración que vive el país, sino además por la confusión que gira alrededor del tema de votar o de no hacerlo.

 

Pregunté a 146 personas jóvenes de varias regiones del país si votarían el 8 de diciembre y tan sólo 14 de ellos me aseguraron que lo harían (un 10%); 10 me respondieron que probablemente (7%); y el resto 122 (el 83%) me aseguraron que no lo harían. La abstención tristemente vuelve a triunfar.

 

Los diferentes argumentos que esgrimen para abstenerse de votar sin ninguna duda son válidos, el más recurrente es la inutilidad del voto debido al fraude.

 

Este fenómeno, harto conocido entre jóvenes durante los tiempos de la cuarta república, que había cambiado después del surgimiento del movimiento estudiantil y de la volcánica movilización nacional de jóvenes por el rescate de la libertad durante el 2007, vuelve a surgir en nuestro escenario político después de la insospechada capitulación de Henrique Capriles y los directivos de la mesa de la unidad (MUD) el pasado abril.

 

La desesperanza volvió y la justificada desconfianza por el voto se ha impuesto. Desesperanza y desconfianza que además han sido acusadas estúpidamente -ahora entiendo el fracaso intelectual de la cuarta república- por articulistas de opinión y políticos como de €œchavistas€, indolentes, cómplices, y otra retahíla de pendejadas que no enumeraré.

 

En vez de acusar a quienes claudicaron, a quienes no lo lucharon por reivindicar la victoria y que ahora -con cierto tufo de incoherencia-invitan a €œsalvar al país€ votando, los políticos y las histéricas doñas sabihondas de la cuarta república acusan y hasta culpan al desesperanzado y frustrado elector por no hacerlo.

 

Yo no los acuso, yo entiendo y comparto completamente su frustración y su arrechera. Soy parte de ella. Sin embargo, en medio de los gritos y empujones, en medio de las ofensas y las acusaciones, les escribo -a quienes se abstienen de votar- esta larguísima sugerencia para que cambien de opinión y voten.

 

Me explico.

El idiota perfecto es chavista

Un escupitajo verbal

De no haber muerto, el destino del sátrapa embalsamado Hugo Chávez habría sido la cárcel; si no se suicida antes, el destino del idiota Nicolás Maduro será un manicomio.

En la cárcel, habríamos escupido en el rostro a Chávez todo el daño que le causó a Venezuela y toda la perversión que impuso al país. En el manicomio, no podremos escupirle en la cara a Maduro toda su perturbación y enajenamiento traidor porque seguramente, en su idiotez, confundiría nuestro escupitajo moral con una cagada de pajarito y pensaría, como la superstición popular, que la saliva en vez de ser recriminadora es un signo de buena suerte.

No valdría de nada la recriminación, Maduro lo celebraría y solicitaría una foto mientras el gargajo censor recorriese su bigote para mostrar al mundo una nueva aparición de su amado, en esta ocasión chorreante de suerte.

Ni de vaina lo haremos, no debemos perder nuestros escupitajos en vano, menos en tiempos lunáticos de saqueo y escasez.

Aunque pensándolo bien un escupitajo verbal a los idiotas saqueadores de la decencia en Venezuela nunca está de más. Uno solo en nombre de millones de venezolanos indignados y asqueados por la podredumbre moral que el chavismo -y su Maduro- nos ha impuesto.

¡Ahí va: split!

Ser o no ser, chavistaé

Ser o no ser chavista

En Latinoamérica tenemos categorías políticas reconocidas para casi cualquier espécimen que ha dado nuestro folclore, o mejor, nuestra fauna popular de hombres públicos.

Aunque con ciertas variables en el tiempo, cuando a uno le hablan de un priista, un panista, un aprista, un peronista, un castrista, un guevarista, un adeco o un copeyano, uno tiene una idea remota de quién es o de qué se trata.

Ha surgido una nueva categoría, el chavista, que habría sido fácil de categorizar de no haber sido por la bobalicona descendencia, Nicolás Maduro, que se supone debe darle trascendencia. Este hecho inesperado e inaudito, lo pervirtió todo.

Digo fácil porque de Hugo Chávez sabemos que era tramposo, cobarde, gritón, payaso, que para él un gobierno, una dictadura, incluso una revolución, era una €œjoda€, un teatro, un show de televisión, pero lo que no conocíamos ni suponíamos era su tendencia pervertida, promiscua, su flaqueza por un amor secreto que a la postre haría sucumbir su memoria estridente pero precaria.

Lo que no conocíamos ni suponíamos es que, como las más tragedias amorosas de la historia de la humanidad, destruiría todo, acabaría con todo, por un amor firme, pleno, como la luna llena, irrevocable, absoluto y total por Nicolás.

Era Chávez, cualquier cosa podía suceder con él, sorprendió hasta el final de sus días.

La fría perversidad de Cilia

La Tirana bandera

Si el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, Cilia Flores es una absoluta corrupta.

Su ambición autocrática es a un tiempo escandalosa y siniestra. No tiene límites. Encarna la corrupción absoluta del madurismo. Se adueña de todo y de todos, y lo hace como una déspota, es despiadada. No lo digo yo, es el rumor a voces dentro chavismo. Nadie la soporta por vil.

Cuando Ramón del Valle-Inclán escribió su celebrada novela el €œTirano Banderas€ no imaginó que se anticipaba a los tiempos venezolanos del siglo XXI. Su Tirano no sería un hombre, sino una mujer; su apellido no sería Banderas, sino Flores.

Lo cierto es que la tirana actúa de manera sin vergí¼enza y descarada: demasiado €œbandera€.

La Tirana bandera, Cilia Flores, junto a su monigote Nicolás, sus hijos, hermanos y sobrinos, son las hienas devorando la carroña de la administración pública y de la justicia de Venezuela.

Tienen hambre, mucha hambre.